Lo que nos une
Las emociones que hemos compartido estos días nos han hecho recobrar lo que podríamos llamar sentido natural de comunidad. Un espacio de convivencia que no está inoculado por ningún partido ni empresa u organismo internacional
Hace ya algún tiempo tuve ocasión de cubrir la primera campaña política de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), el partido que había fundado Rosa Díez en septiembre de 2007. Éramos otro periodista de El Mundo y yo, que trabajaba en COPE. Nadie más les hacía caso. Sin embargo, el 9 de marzo de 2008 UPyD lograba 308.000 votos y un escaño para Rosa Díez. No olvido cómo Álvaro Pombo gritaba las siglas del partido en aquel hotel madrileño en el que se habían reunido las pocas personas que apoyaban al partido magenta. Pero lo que más recuerdo de aquella campaña es por el lema que escogió el partido, Lo que nos une, que se representaba junto a la imagen de un DNI simulado con la foto de la candidata. La formación defendía que ese documento simbolizaba los derechos que tenemos como ciudadanos. Es decir, la ciudadanía como nexo de unión entre españoles. Pues bien, en estos días de celebración tras el impresionante domingo de gloria para el deporte español, no paro de acordarme de aquella campaña y de ese lema. Desde luego, en estos 16 años la sociedad ha evolucionado y ahora lo emotivo —un gol, una canción, una carta a la ciudadanía— le ha ganado la batalla social al relato cívico de la ciudadanía que representa el DNI. Los chicos de la selección y Carlos Alcaraz han conseguido unir a la sociedad española en torno a unos valores compartidos: la primacía del equipo frente a lo individual, el esfuerzo sostenido en el tiempo, la humildad y, sobre todo, la fe declarada del seleccionador nacional. Una fe sencilla, explicada sin impostura ni alardes. Y en esos principios podemos reconocernos un blanco de Madrid y un negro de Pamplona.
Desde los suburbios ideológicos ha habido quien ha tratado de emponzoñar la alegría colectiva con ridículas extrapolaciones. Que si uno es racializado, que si el orgullo de barrio, que si el otro representa a la España imperial que derribó al invasor francés y tontadas de ese tipo que apenas han superado la categoría de trending topic, que es a lo máximo a lo que aspiran las personas acomplejadas que pululan por los arrabales de las redes sociales. Pero ni esos mindundis han podido ocultar el éxito arrollador de estos muchachos que con tanta naturalidad han llevado con orgullo nuestros símbolos nacionales sin ninguna de las adherencias ideológicas que tanto las ensucian. Así que las emociones que hemos compartido estos días nos han hecho recobrar lo que podríamos llamar sentido natural de comunidad. Un espacio de convivencia que no está inoculado por ningún partido ni empresa u organismo internacional. Es esa sensación de estar en casa con los míos, con quienes comparto un pasado concreto y un cierto horizonte. Esa alegría que vemos en la foto, de la que todos sin excepción nos sentimos partícipes, es una emoción sin dueño, sin garrote y sin ajuste de cuentas. Querida Rosa, por fin hemos descubierto lo que nos une. Y no era un DNI.