«Lo que hay en Venezuela es un Gobierno autoritario»
Azuaje, arzobispo de Maracaibo y también presidente de Cáritas de América Latina y del Caribe afirma en entrevista con Alfa y Omega que la solución a la situación venezolana debe ser «pacífica» y a través de unas elecciones en las que no debe estar Nicolás Maduro
José Luis Azuaje sabe de lo que habla cuando toma la palabra para denunciar que Venezuela es rehén de un «Gobierno autoritario» y que «no hay democracia» o para lamentar la escasez de comida y medicamentos, de energía eléctrica e incluso de gasolina en un país productor de petróleo –«algo que es increíble»–, que lleva a la población a intentar salir del país como sea. Ahora, reconoce, lo están haciendo los más pobres, caminando hacia las fronteras más cercanas sin dinero ni alimento que llevarse a la boca y solo con la asistencia de Cáritas a lo largo del recorrido. Azuaje es arzobispo de Maracaibo, la segunda ciudad del país, otrora símbolo de prosperidad y sumida hoy en la más absoluta decadencia. Es presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y también preside Cáritas de América Latina y el Caribe.
En entrevista con Alfa y Omega, aprovechando su estancia en España para participar IX Congreso Hispano Latinoamericano y del Caribe sobre Teología de la Caridad organizado por Cáritas, apunta que la solución a la situación del país tiene que ser «pacífica», en la que en ningún caso puede estar Nicolás Maduro. «Todo pasa por la vía electoral, para que el pueblo sea el que decida el destino del país y en ese futuro no puede estar el actual presidente, porque no ha tenido capacidad para asumir el bienestar del pueblo venezolano», añade. Coincide en este punto con lo que avanzó en estas mismas páginas el cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas, cuando defendió que «toda solución pasa por una salida concertada entre el chavismo y los otros sectores de la población», pero sin Maduro.
Para Azuaje, el último acercamiento entre las partes promovido por Noruega no ha supuesto muchos cambios, pues se trata de «un proceso de observación», pero añade que «es interesante que haya países y grupos de países que quieran buscar soluciones, porque sería una solución, además, para toda la región».
Según su particular visión, Venezuela vive hoy bajo «un Gobierno autoritario que hace las leyes a su medida, que toma decisiones en contra de las instituciones porque las domina todas a excepción de la Asamblea Nacional, aunque en estos momentos están tratando de desarticularla retirando la inmunidad a los diputados». Y añade: «Esto nos lleva a sentir que no hay democracia y, por lo tanto, que el pueblo queda a intemperie, a merced de un Gobierno autoritario, un Gobierno militarista, represivo y que nos lleva a la pobreza». Una situación a la que se unen elementos externos, apunta, «como son estos polos de países poderosos que tienen sus intereses económicos en Venezuela».
A nivel social, el prelado reconoce que la situación es, cada día que pasa, «de mayor deterioro» y asegura que es una falacia que se esté mejorando: «Estamos mal y vamos a peor porque el Gobierno no está resolviendo los problemas de la gente, sino manteniéndose en el poder. Y eso le lleva a no tomar en cuenta las necesidades propias de los venezolanos». Como arzobispo de Maracaibo, denuncia que la situación de su ciudad y de las zonas más lejanas a Caracas está muy deteriorada. Por ejemplo, en su diócesis las temperaturas durante todo el año se sitúan entre los 34 y 40 grados, lo que implica una necesidad de electricidad para que el aire acondicionado pueda funcionar, «pues para nosotros no es un lujo». Una circunstancia que se suma al desabastecimiento de alimentos y medicamentos y a la escasez de gasolina, lo que está impidiendo la movilidad de los ciudadanos y que las empresas puedan ofrecer sus servicios.
Ahora salen los pobres
En este contexto, los venezolanos no dejan de salir del país. En un primer momento de la crisis, según Azuaje, lo hicieron los hijos de los que llegaron a Venezuela hace años y que se establecieron en el país, con familia y empresas. La segunda ola se llevó a los profesionales, jóvenes y adultos, que fueron formados por el país, circunstancia que hoy aprovechan otros. Y por último, los más pobres: «Es lo que más nos duele. Salen como pueden, sin recursos ni proyectos, con la amenaza de las mafias. Ahí, tanto Cáritas como las conferencias episcopales estamos trabajando en las rutas para dar atención a estas personas».
Con el conocimiento que le da ser el presidente de Cáritas de América Latina y el Caribe y con el contacto que mantiene con los responsables de Cáritas de los distintos países afirma con rotundidad que Venezuela «vive la situación más delicada del continente», sobre todo, «porque el país viene de una tradición de prosperidad y democracia y verse ahora inmerso en una pobreza tan grande, donde las instituciones están diezmadas y tantas personas se han empobrecido…».