«Lo que aprendí de mi hijo Down»
Detrás del Día Mundial del Síndrome de Down, que se celebra este jueves, hay personas como Carlos, «que ha nacido para cuidarnos y para enseñarnos a ser mejores», dice su padre
«No pensamos que nos iba a tocar. El de Carlos fue un embarazo normal, las ecos no vieron ninguna anomalía, y el niño nació perfectamente», cuenta Gabriel 25 años después del nacimiento de su hijo Carlos, el menor de ocho hermanos. «A mí me mandaron a la habitación y me dijeron que esperara allí a mi mujer, Cristina. Pasó mucho tiempo y yo me empecé a preocupar. Estaba rezando cuando el médico me llamó y me explicó que el niño tenía síndrome de Down».
En aquel momento la información sobre el síndrome de Down era bastante escasa, y la familia pensaba que tenía que prepararse para enfrentar muchas dificultades. «Al principio fue una sorpresa y un susto porque no sabes de qué va el asunto», reconoce Gabriel, «pero al poco ya era uno más. Sus hermanos lo acogieron fenomenal y de pequeño jugaba con ellos como cualquiera, hacía todo lo que hacían ellos. Uno de mis hijos escribió hace años una redacción en la que ponía: “En 1993 nació Carlos, una estupenda sorpresa”».
«Nos dimos cuenta de que Carlos había nacido para nuestro bien –prosigue su padre, que dará testimonio de su experiencia familiar en la Jornada por la Vida que la diócesis de Madrid celebra en la colegiata de San Isidro el lunes 25 a las 19:00 horas, presidida por el cardenal Osoro–. Carlos es una persona muy empática: cuando regañábamos a algún hermano, él entraba en su cuarto y le daba un abrazo. Siempre está contento. Todo el mundo le conoce y le quiere. Nosotros lo que queremos es que sea feliz, sabiendo que podrá hacer unas cosas sí y otras no. Ahora va a un centro ocupacional donde se sigue formando como administrativo; y una vez al volver de vacaciones vio en la carretera el cartel que indica que entras en la comunidad de Madrid, y él saltó: “¡Bien, Madrid, mañana trabajo!”. De cosas como esta tenemos que aprender mucho».
Hoy Carlos lleva una vida «muy normal»: juega a baloncesto, hace teatro en el colegio, y su padre destaca que tiene una especial sensibilidad hacia lo religioso: «Siempre que vamos a Misa a una iglesia desconocida dice: “Quiero saludar a Jesús”, y entonces vamos a la sacristía a saludar al sacerdote, que representa a Jesús en la Misa».
¿Qué te ha enseñado Carlos en sus 25 años de vida? Responde Gabriel: «A mí me ha enseñado la necesidad de demostrar el cariño que tienes dentro, con abrazos y con besos, algo que a veces damos por sentado y no hacemos. También he aprendido de él la confianza en la gente, absoluta y en todo, y la confianza en Dios. Y la alegría que tiene siempre, que no se le va ni aunque le cambien los planes. Carlos es un regalo; la gente no se lo cree pero es así. Nos suelen decir que Carlos “es un ángel que Dios os ha dado para que lo cuidéis”, pero más bien pienso que ha nacido para que él nos cuide y nos enseñe a ser mejores».