La semana pasada se estrenó Little boy, la segunda película del mejicano Alejandro Monteverde, conocido por muchos por su opera prima, Bella. Se trata de un hermoso cuento sobre la fe, la acogida del otro, el perdón al enemigo, y principalmente, sobre las obras de misericordia.
El guión, escrito por el director y por Pepe Portillo, centra el argumento en los años cuarenta. En un pequeño pueblo de EE. UU. vive Pepper Busbee (Jakob Salvati), un niño de ocho años que padece problemas de crecimiento en estatura. Cuando su padre, casi su único amigo, se marcha al frente a combatir en la Segunda Guerra Mundial, el chico tendrá que enfrentarse no solo a la crueldad de sus compañeros de clase, sino también a la de sus vecinos. El deseo de que su padre retorne le va a llevar a pedir un milagro. El sacerdote del lugar, el padre Oliver, le indicará la forma de conseguirlo.
La película, rodada en los famosos Baja Studios de Rosarito, México —donde se construyó el Titanic de la película homónima—, es amable, entretenida, luminosa y muy bien interpretada por actores de la talla de Jakob Salvati, Emily Watson, Tom Wilkinson, Eduardo Verástegui o Ben Chaplin. La película está atravesada de religiosidad sincera, aunque con ese halo característico del cine americano, que acentúa mucho el voluntarismo, tan propio del humus protestante estadounidense. Esa es quizás la razón del énfasis en el lema ¿Crees que puedes lograrlo?, que suena como un bajo continuo a lo largo de toda la película, y que parece condicionar la Gracia a los esfuerzos del protagonista por conseguir lo que desea. Por otra parte, y en coherencia con esta teología tan hollywoodiense, está la concepción de la relación del hombre con Dios que viven los personajes. A pesar de ser católicos y que toda la película gira en torno al tema de la fe, esta no parece hacer referencia a Cristo, que no es ni siquiera nombrado, sino que la fe se presenta más bien como creer firmemente que puede ocurrir lo que deseas. Como viene a decir el padre Oliver en la escena de la botella, Dios actúa si tú le empujas a hacerlo con tu tenacidad y constante voluntad.
Familia y apertura al otro
Hechas estas apreciaciones de tipo teológico, la película en su conjunto debe valorarse sin ninguna duda en términos positivos. Frente a un radical laicismo intolerante y resentido, Little boy habla con naturalidad de la intervención de Dios en la historia y expone el valor de las obras de misericordia frente al odio de la guerra y la humillación de los más débiles. Además es un hermoso canto a la familia, a la paternidad y a la fidelidad conyugal, así como, en la trama de Hashimoto, se propone la apertura desprejuiciada al otro como forma de humanizar nuestras relaciones.
La película es muy grata visualmente: un tratamiento fotográfico cálido y algo saturado nos acerca a los años cuarenta como quien entra en un cuento luminoso y cargado de bellos ideales. Una película familiar, cargada de esperanza y luz.
Alejandro Monteverde
México
2015
Drama
+7 años