Lisboa es, cada vez más, un hervidero de jóvenes. Los días de la semana van pasando, intensos, y con la misma intensidad van llegando a la capital lusa grupos y grupos de peregrinos. Tanto, que de los 500.000 jóvenes presentes en la ceremonia de acogida con el Papa Francisco, el jueves 3 de agosto, se ha pasado este viernes, 4 de agosto, a 800.000 en el vía crucis.
De los últimos en llegar, los cerca del centenar de jóvenes de la diócesis de Barcelona que han estado 40 días caminando hasta Lisboa. Ya hablamos con ellos cuando habían recorrido la mitad de los 1.276 kilómetros previstos. Este viernes, 4 de agosto, fiesta en la Iglesia del santo cura de Ars (san Juan María Vianney), hacían su entrada en Lisboa en medio de una intensa emoción.
Pasadas las 16:00 horas celebraban una Eucaristía en la capilla del Santísimo de la catedral, presidida por Ferrán Lorda, el párroco de San Rafael y san Mateo y promotor de la peregrinación. En la homilía, les recordaba que «igual que Dios sacó a su pueblo al desierto para encontrarse con Él», así lo había hecho con ellos. «Nos hemos puesto en camino para vaciar el corazón de todo lo que nos aparta del Señor». «Vaciarnos de nuestro egoísmo, nuestra soberbia, y para llenarlo de Dios». Y así ha sido, «por eso, cuando uno está con vosotros, toca el cielo».
Y ahora viene, como decía el mosén ya fuera de la catedral, lo mejor, vivir la JMJ Lisboa 2023. «Esto ha sido preparar el bocadillo; ahora, a darle el mordisco», resume. Con todo lo vivido, desea que al volver a Barcelona los chavales sean levadura en la masa, la perla escondida, porque «estar con vosotros es estar con Jesús». Unos chavales que se mostraban derrengados en la Misa —la última etapa ha sido de 40 kilómetros, como muchas de las que han hecho estos días—, pero felices.
Igual que sus padres, porque algunos han ido a recibirlos en su llegada a Lisboa. Inma y Blai tenían a tres de sus hijos en la peregrinación. «Vienen transformados, esto es una escuela de vida, y lo maravilloso es que es que todo verdad». Martí, uno de sus hijos, lo corrobora: «Me ha acercado mucho a Cristo y he aprendido a vivir con lo necesario». En lo que no entra, apunta su padre, «¿una cosa que empieza por ‘mo’ y acaba por ‘vil?». Los chavales han peregrinado sin sus teléfonos, a Martí esto le ha servido para aprender a conocer a las personas de verdad».