Llamados a evangelizar
XV Domingo del tiempo ordinario / Evangelio: Marcos 6, 7-13
El evangelio de este domingo se refiere a la misión, a la predicación del Evangelio. Jesús llama a los doce Apóstoles y los envía, de dos en dos, a las ciudades cercanas. Es la primera lección de Jesús sobre la misión. Los consejos que les da tienen un valor permanente para los evangelizadores y misioneros de todos los tiempos y lugares. Constituyen como un estatuto del evangelizador. En concreto son tres consignas.
Pobreza y libertad. La predicación del Evangelio exige de los discípulos disponibilidad total y dedicación plena a la misión en clave de pobreza y libertad. El anuncio del Evangelio exige ir a cuerpo limpio, ligero de equipaje. El único equipaje que los discípulos deben llevar consigo es el propio Evangelio; la única túnica con la que deben vestirse es la misericordia; el único bastón en el que deben apoyarse es el amor. Los Santos Padres recuerdan que Jesús envió a los discípulos de dos en dos, para indicar el sentido comunitario de la misión y para que el amor recíproco fuera su primera predicación.
Ofrecimiento confiado. El anuncio del Evangelio es siempre oferta generosa, sin abusar de la hospitalidad en provecho propio, pasando de casa en casa; con toda la fuerza de la propuesta, pero sin forzar a nadie. El misionero está contento con la puerta que se le abre, pero tranquilo ante la que se le cierra; consciente del posible rechazo, pero a la vez confiado en la acogida de algunos corazones generosos.
Con la autoridad de las palabras y obras. Los enviados actúan con palabras y obras, como el mismo Jesús: proclaman la conversión, expulsan a demonios y curan a enfermos.
La misión de los Doce sigue viva hoy en la Iglesia. Evangelizar constituye para la Iglesia su vocación propia, su identidad más profunda, de tal manera que cuando la Iglesia toma conciencia de su ser, se convierte en evangelizadora y misionera. La Iglesia existe para evangelizar. Y en la Iglesia todos los bautizados somos responsables de la misión evangelizadora, pero no de forma aislada e independiente. «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente comunitario y eclesial», como afirma el Papa Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi.
Cristo sigue predicando hoy el Evangelio, sobre todo, por medio de sus ministros: obispos, presbíteros y diáconos. Hoy, como ayer, Cristo se prolonga en ellos, los llama, los consagra y los envía. Aunque sean indignos son necesarios; aunque sean pobres y limitados, llevan el tesoro del Evangelio; aunque sean débiles gozan de la fuerza de la Palabra de Dios, que predican, y de la eficacia de los Sacramentos, que administran.
Hoy son tan necesarios como en tiempos de Jesús. Han de sentirse llamados, convivir con el Maestro y estar dispuestos para la misión, para ser, como Cristo, consuelo, alegría, paz y esperanza para todos los hombres.
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.