Líderes religiosos: artífices de paz - Alfa y Omega

Líderes religiosos: artífices de paz

La Iglesia en Myanmar (antigua Birmania) está saliendo de un oscuro túnel, tras medio siglo de Junta militar y opresión a las minorías. El primer cardenal birmano, monseñor Charles Maung Bo, lo ha vivido de cerca

María Martínez López

¿Cómo vivió su fe y vocación en un país en el que los católicos no llegan al 1,5 %?
La Iglesia en Myanmar acaba de cumplir 500 años. Yo vengo de una aldea en el centro del país, una zona evangelizada por sacerdotes de las Misiones Extranjeras de París. Hemos vivido entre comunidades budistas con paz. Después, fui interno a un colegio de los salesianos. En aquellos años, antes de ser nacionalizadas en los 60, las escuelas misioneras florecían, con estudiantes de todas las religiones. Había un profundo respeto.

En 1976, me ordenaron sacerdote y me enviaron como párroco a una aldea. En aquellos años, había un fuerte conflicto de muchos grupos étnicos contra los militares. Yo viví sano y salvo en medio de los enfrentamientos, intentando promover la paz. Viajar era difícil, casi siempre a pie. También cuidaba de más de 200 internos, de aldeas de las montañas. Aunque el país estuvo bajo un estricto régimen militar durante medio siglo, no ha habido persecución, pero sí mucha discriminación hacia las minorías.

¿Qué puede hacer la Iglesia, minoritaria en Asia, para promover la reconciliación?
En la mayor parte de Asia, y en Myanmar, todos se adhieren a una religión, casi nadie dice: «Soy ateo». Y tienen un profundo respeto por los líderes religiosos, así que el papel de éstos es muy necesario. Deben reunirse con frecuencia, respetarse, y hablar para todos. Estoy seguro de que, cuando den buen ejemplo, lograremos la reconciliación, y le seguirán la paz y el desarrollo.

El Papa muestra un gran interés por la misión en Asia. ¿Cuáles son las claves para la evangelización de su continente?
El diálogo interreligioso y el cuidado a los pobres. Con la tecnología, la ciencia, y la comunicación, la gente tiende a buscar lo mejor y lo último, y hay mucha competitividad. Se olvida a los pobres. El Papa insiste en que vayamos a ellos, a las periferias. La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. Debemos ser un pueblo alegre que comunica esta alegría. Somos felices por nuestro encuentro personal con la persona viva de Jesús. No hay otra alternativa.

Myanmar nunca había tenido un cardenal. ¿Qué puede aportar a la Iglesia universal?
Hemos ido a tientas por un oscuro túnel durante más de 50 años, bajo el régimen socialista y la Junta militar, hasta hace dos o tres años. Uno de los países más ricos de Asia se convirtió en el más pobre del mundo. En 2008, el tifón Nargis se llevó 150.000 vidas, y el mundo no se enteró. Pero nunca nos rendimos. Somos gente resistente, y tenemos esperanza. De Myanmar, la Iglesia universal y el mundo pueden aprender a ser resistentes, pacientes y comprensivos.