Libertad de culto, pero ni un paso más allá - Alfa y Omega

Libertad de culto, pero ni un paso más allá

Un sacerdote católico y un pastor evangélico hacen llegar al Vaticano sus denuncias sobre la vulneración de la libertad religiosa en Cuba

Redacción
Agentes cubanos arrastran a una dama de blanco durante una protesta en Párraga (La Habana). Foto: Efe / Rolando Pujol.

Desde el triunfo de la revolución de 1959 en Cuba, «el estilo totalitario ha permeado cada capa de la sociedad cubana». Es la denuncia que un grupo de sacerdotes cubanos plasman en una carta que han hecho llegar al presidente Raúl Castro para pedirle que convoque elecciones libres en la isla.

Su gesto recibió a comienzos de febrero el respaldo de la Iglesia cuando Castor José Álvarez Devesa, uno de los tres presbíteros firmantes, fue recibido por el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin. «Fue muy amable, me sentí como un hijo con su padre», narra el sacerdote a Alfa y Omega. Su intención —dijo— era transmitirle una vivencia más cercana de la realidad cubana, con la esperanza añadida de que ilumine también la situación en Venezuela.

Los sacerdotes han contado además con el apoyo implícito de los obispos cubanos, acusados en ocasiones de falta de firmeza frente al Gobierno. «No nos han puesto ningún impedimento», e incluso «algún obispo» les ha animado a dar este paso, asegurando que la carta está en sintonía con otros pronunciamientos episcopales.

Espías en Misa

El padre Castor José está al frente de la zona pastoral de Modelo, en Camagüey. El templo está construido en el patio de la casa de un feligrés que «nos lo cedió. Pero no podemos adquirirlo legalmente». Allí celebran Misa y catequesis sin problemas; «en eso tenemos libertad».

Eso sí, en las celebraciones saben que hay espías del régimen. Incluso «algún pobre al que ayudaba me ha confesado que lo había enviado la Seguridad del Estado para espiarme». En estos casos, «intentamos no dar a esa persona facilidades para acceder a la información». Pero no pueden hacer mucho más, mientras no cause problemas objetivos. El sacerdote no pierde la esperanza de «evangelizarlos». «Eso es lo nuestro», dice.

Pese a esta vigilancia, Álvarez Devesa constata que la gente se va tomando, poco a poco, algo más de libertad para hablar críticamente sobre el régimen. Pero siempre con el miedo a las consecuencias: perder el empleo —«la mayoría de trabajos son estatales»— o ser perseguido por la justicia bajo el pretexto, por ejemplo, de operar en el mercado negro. Algo sin lo cual «es muy difícil vivir».

El padre Álvarez a su paso por Madrid. Foto: Cástor José Álvarez.

Si este es el castigo solo por hablar contra el régimen, los sacerdotes que firman la carta son muy conscientes de a qué se han expuesto: «No van a meternos presos ni a fusilarnos, pero nos pueden jugar una mala pasada. Puedes acabar muriendo en un accidente de tránsito o porque te enfermen».

Son palabras que aluden a casos como el del fundador del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá (fallecido en un extraño accidente de coche), y de Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, que murió en 2011 en un hospital también en extrañas circunstancias. También puede suceder —continúa Álvarez— que uno acabe en la cárcel «porque te pongan material pornográfico en casa».

Un Cubano Confesante

No muy distinta es la experiencia del pastor evangélico Mario Félix Lleonart Barroso, autor de un reciente informe sobre la vulneración de la libertad religiosa en Cuba que ha llegado a manos de cardenales en el Vaticano. A pesar de un discurso público más aperturista en los últimos años, el régimen —sostiene— ha endurecido la represión, tratando de aplicar una estrategia similar a la de China, con «estructuras religiosas controladas por el régimen». El principal temor del Gobierno —dice— es que se cree un movimiento de resistencia desde ámbitos de fe, como sucedió en Polonia con Solidaridad, o en Rumanía, bajo el liderazgo de grupos protestantes. La libertad de culto es tolerada. Pero ni un paso más allá.

Denunciar abusos del régimen, le costó a Barroso, primero, una «vigilancia constante, el seguimiento, la coacción y la amenaza a mis feligreses o a cualquier persona que se relacionase conmigo por cualquier motivo». Siguieron «las detenciones arbitrarias» ocasionales. Hasta llegar a las amenazas de muerte, que el pastor no tuvo más remedio que tomarse muy en serio.

Finalmente, en 2016 se exilió a Miami. Allí «el hostigamiento se prolonga en nuevas fases y maneras», asegura. «La mano de La Habana es larga». «No me han quitado de su lista. De vez en cuando me lo dejan saber de diversas maneras. Ya sea deteniendo a un amigo cercano, como sucedió hace algunos días en Cuba», o incluso «contactando directamente conmigo bajo identidades falsas». Y tratando a diario de hackear su blog, Cubano Confesante, desde el que el pastor Mario Félix Lleonart Barroso denuncia sistemáticamente la represión de la libertad religiosa en Cuba.

María Martínez / Ricardo Benjumea