Líbano, el país que vio aumentar un 25 % su población en un año
El domingo, la Iglesia universal celebra el primer centenario de la Jornada del Emigrante y el Refugiado, en un contexto marcado por el éxodo masivo de sirios a países limítrofes como Líbano, Jordania, Turquía e Irak. En La Noche de COPE, nuestra compañera Cristina Sánchez y el director del programa, Lartaun de Azumendi, entrevistaron a Rodrigo Sáez, responsable del área de Oriente Próximo en Cáritas Española, que acaba de viajar a Líbano, uno de los países receptores de ayuda de la institución
Rodrigo Sáez, responsable del área de Oriente Próximo en Cáritas Española, viajó hace dos meses a Líbano, uno de los países limítrofes de Siria, que ha recibido ya a más de un millón de refugiados. En el pequeño país, 1 de cada 4 habitantes son sirios, lo que ha desembocado en una situación al borde del colapso: «Ni la propia población libanesa entiende cómo pueden salir adelante. Viven el día a día, y sufren las consecuencias de la llegada de esta masa de población, como son, por ejemplo, una alta inflación de los precios de los alimentos y de la renta de los alquileres de las casas, la escasez de sitio para alojar a tanta gente…», explica Rodrigo. «Pero los libaneses son una población muy acogedora, y hasta ahora, atienden como pueden a los recién llegados, y ponen a su servicio todas sus capacidades para paliar el sufrimiento que traen consigo desde Siria», añade.
De hecho, es normal que familias alquilen sus huertos y parcelas para que los refugiados instalen sus campamentos: «Líbano no tiene grandes campos de refugiados, como Jordania. Nosotros visitamos, en el valle de Bekaa, pequeños campos ubicados en propiedades privadas, donde viven la mayoría de los refugiados», señala Rodrigo; otros viven en núcleos urbanos en condiciones muy precarias: «Llegamos a visitar un edificio en construcción donde había 10 familias malviviendo. Tapaban los huecos con plásticos, alfombras y mantas de la ayuda humanitaria».
Sobre la implicación gubernamental de los países acogedores de refugiados, el responsable de Oriente Próximo de Cáritas Española afirma que difieren unos de otros: «Por ejemplo, en Turquía sólo el Gobierno trabaja con refugiados. Apenas se permite el trabajo a las ONGs». En cambio, «en el Líbano es al contrario. El Gobierno sólo se preocupa del control de fronteras, y son organizaciones como Naciones Unidas a través de ACNUR y múltiples entidades, entre ellas Cáritas, las que trabajan con la ayuda humanitaria».
Rodrigo Sáez también hace hincapié en el flujo de movimiento que hay en las fronteras. «Siria siempre ha sido país de acogida para palestinos, iraquíes -había dos millones en el país-… ahora, todos están volviendo a sus casas». Y pone como ejemplo la frontera entre Siria e Irak, donde hay sirios que huyen de su tierra, iraquíes que quieren volver a su casa, e iraquíes que quieren salir de su país. Un batiburrillo fronterizo aderezado con violencia, porque cruzar la frontera no es algo tan sencillo.
Pero para Rodrigo, quienes peor lo están pasando son los palestinos que estaban en Siria, y ahora han tenido que marcharse al Líbano. Este país no les reconoce como refugiados -en Siria sí-, por lo que son tratados como inmigrantes ilegales y no tienen derecho a trabajar, ni a utilizar el sistema sanitario, ni a nada: «Están obligados a vivir en campos superpoblados, hay una lista de determinados trabajos no pueden acceder… viven de la ayuda de la UNRWA y otras ONGs». Además, hay que tener en cuenta que la UNRWA, delegación de ACNUR dedicada exclusivamente a la ayuda de los refugiados palestinos, ha sufrido recortes económicos drásticos y no da abasto para atender a los cuatro millones de palestinos que hay en el planeta.
Pero el propio pueblo sirio tiene esperanzas de que esto se solucione pronto: «Los sirios salieron de su país pensando que en breve volverían a casa», afirma Rodrigo. «Tenemos muchas esperanzas de que la cumbre de Ginebra de finales de enero dé pistas y pasos definitivos para el fin del conflicto», concluye.