Ley de la Eutanasia: el fracaso de apostar por la muerte - Alfa y Omega

Ley de la Eutanasia: el fracaso de apostar por la muerte

El texto se ha tramitado de forma exprés, sin consultar a los expertos y sin avanzar en cuidados paliativos ni dependencia

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Cuatro minutos de aplausos. Es lo que se pudo oír el pasado jueves después de que el Pleno del Congreso aprobara la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia con 202 votos a favor (PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos, PNV o ERC, entre otros), 141 en contra (PP, Vox, UPN y Foro Asturias) y dos abstenciones. Cuatro minutos de alborozo que no pueden ocultar el fracaso de que una sociedad avanzada apueste por la muerte en vez de por la vida y los cuidados.

El texto se ha tramitado de forma exprés en plena pandemia, sin consultar a los expertos y en contra de la opinión de, entre otros, la Organización Médica Colegial y el Comité de Bioética de España. Es triste, además, que se ha impulsado sin avanzar antes en cuidados paliativos ni garantizar el acceso a las ayudas de dependencia, olvidando así que «somos cuidadores del prójimo», como escribió el cardenal Osoro en Twitter.

Aunque los partidos que se opusieron a la legalización han anunciado que recurrirán la ley ante el Constitucional, dados los precedentes de otras normas como la del aborto, a partir de verano la eutanasia y el suicidio asistido formarán parte de la cartera común de servicios del Sistema Nacional de Salud. Así, con una serie de cautelas que ya generan interrogantes, quienes sufren «una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante» podrán recibir «ayuda para morir» tanto por la administración directa de una sustancia como por la prescripción de la misma para la autoadministración.

Ante una ley ideológica, «confusa» y que «manda un mensaje peligroso en una sociedad envejecida y con mucha enfermedad crónica» –en palabras del presidente del Comité de Bioética, Federico de Montalvo– serán claves el testamento vital y la objeción de conciencia de los médicos. Toca seguir recordando el valor único de cada vida y la dignidad de cada persona para que, algún día, los aplausos tornen en abucheos.