Leto&Nacho: «En mi casa se abusaba del alcohol y no me dieron el cariño que necesitaba»
El matrimonio de influencers ha relatado su dura historia personal, repleta de adicciones, en el congreso Lo Que De Verdad Importa. Su mensaje: «Hay que pedir ayuda»
La fundación Lo Que De Verdad Importa ha vuelto a llenar el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, donde se han congregado 1.800 personas, para su edición número 16, que ha inaugurado el alcalde José Luis Martínez Almeida y que ha tenido como protagonistas a la psiquiatra Marían Rojas, al violinista Ara Malikian, a la deportista Sarah Almagro y los influencers Leto&Nacho.
«Valores como la superación, el coraje, el optimismo, … seguirán así llenando los corazones de miles de personas a través de testimonios de figuras de referencia», anunciaba desde la fundación antes de que el público abarrotara el palacio municipal y de que se encendieran las luces.
En el caso de Leto&Nacho, el mensaje principal ha sido el pedir ayuda ante las dificultades que siempre aparecen en la vida y que, no siempre, son imputables a uno mismo. Nacho, por ejemplo, se encontró con una familia desestructurada en la que «viví cosas muy duras que ningún niño debería vivir», ha afirmado durante su ponencia. «En mi casa había mucho abuso del alcohol y no me dieron el cariño que necesitaba», ha reconocido.
De hecho, siendo un niño sitió la soledad y el abandono, hasta el punto de que sus padres no le acompañaban a Misa los domingos y él, junto con su hermana, iban solos a la parroquia más cercana. Una fe heredada de su entorno familiar y afianzada durante su paso por distintos colegios católicos de México.
Todas estas vivencias le hicieron madurar antes de tiempo y, «en muchos casos, yo ejercía de mediador entre mis padres», cuyo principal problema era el alcohol. Por eso, «muy pronto me di cuenta de que esta sustancia era un tóxico». Es más, «yo le pedía a santa Claus que mis padres se dejaran de pelear y que no hubiera más alcohol en casa», ha confesado el influencer.
Esto, sin embargo, no sucedió y la familia se rompió. El matrimonio se separó y a los niños los mandaron a un internado a Suiza. «Yo tenía 9 años y no entendía nada. Solo quería estar en casa. Sentía una rabia intensa porque pensaba que me estaban abandonando. Nadie se sentó conmigo a explicarme lo que estaba viviendo».
Al final, Nacho se vio arrollado por esta vorágine. Entonces, aparecieron un montón de problemas conductuales, fue expulsado del colegio y, un día, llegó a probar aquello que había destrozado a su familia: el alcohol. «Conseguía evadirme y aparecía un Nacho que yo creía que era mejor que el Nacho real. El problema es que me convertí en alcohólico y luego pasé al hachís y a la cocaína», confiesa el joven.
Ni siquiera conocer a la que luego fue su mujer, Leto, y el nacimiento de su hija Lola sacaron del pozo a Nacho, que incluso durante el parto estaba en la calle fumándose un porro. «En el momento más importante de mi vida, estaba drogado». Unos meses antes, «cuando me enteré que Leti estaba embarazada, entré en una Iglesia y le dije a Dios que, si hacía desaparecer a aquella niña, me metía cura. Gracias a Dios eso no pasó y hoy está aquí Lola», que ha acompañado a sus padres en el congreso.
A pesar del nacimiento de la pequeña, el joven continuaba con su vida de desenfreno, que varias veces le ha llevado a la cárcel e incluso al borde de la muerte, y que solo pudo dejar atrás cuando se decidió a pedir ayuda. «Me ingresé en una clínica de desintoxicación durante seis meses. Tenía 24 años, un problema muy gordo y necesitaba ayuda. Fue un primer paso a la libertad». El proceso «fue duro. Tuve que meterme en mi interior para descubrir qué estaba pasando».
Nacho, ha concluido su charla, que ha sido interrumpida varias veces por los aplausos del público, reiterando su consejo de petición de ayuda —«hay que pedir ayuda», ha insistido— y asegurando que «lo que de verdad importa es mi hija Lola y mi mujer, a la que decidí pedirle matrimonio y a la que trato de mostrarle cada día una versión mejor de mí».