Leticia ha entrado en el convento: «Antes del último abrazo a mis padres…» - Alfa y Omega

Leticia ha entrado en el convento: «Antes del último abrazo a mis padres…»

El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, una joven de 25 años entraba en el convento de clarisas de Cantalapiedra. La víspera participó en la Adoración al Santísimo de su parroquia, Nuestra Señora de Fuente del Fresno, donde leyó su testimonio:

Colaborador
Foto: Parroquia Fuente del Fresno (Madrid)

Esta noche, Señor, yo quiero alabarte.

Hablarte porque sé que estás aquí; y darte las gracias porque siempre lo has estado.

Siempre fui una niña muy alegre que disfrutaba contemplando el mundo, fascinada con las pequeñas cosas. Me diste unas capacidades preciosas. Lo tuve todo, y si no lo tuve, tuve algo mejor: unos padres que siempre se encargaron de que no lo echara de menos; y que suplieron con su amor cualquier ausencia. Tú eras entonces, para mí, un personaje más de fantasía, tan real como los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez. «Jesús es muy bueno y te cuida» me decían.

Todo pasó tan deprisa… el Jesusito de mi vida, la catequesis, la primera comunión; me encantabas y de repente te perdí… No sé en qué momento me hice demasiado mayor para quererte. O autosuficiente para caminar sin ti. Quizá fue al mismo tiempo que dejé de creer que mis muñecas eran amigas y se iban de viaje juntas, o cuando llené mi habitación de posters de ídolos rubios que cantaban pop. Yo creo, simplemente, que con la adolescencia me volví un poco idiota.

Y entonces las clases ya no eran para estudiar, la familia no era para compartir… Empecé a buscarme en mi diversión, mi placer, mis opiniones: en mí misma. Y cimenté mi vida en un solo pilar, débil y humano; aparte de adolescente. Yo me bastaba; y pobre del que tratara de meterse en medio.

Me confirmé en el colegio y aún no te conocía. Eras, entonces, una asignatura más. Una optativa que elegía por algún tipo de compromiso moral. Eso sí, con mucha curiosidad… «¿Este chico tan joven qué ha venido a darnos clase de verdad es sacerdote? ¿Y por qué se hace cura y lo deja todo? Si es guapo… ¿Podrá él hacer las mismas cosas que yo?». Gracias a Dios, no.

Porque yo, como tantos jóvenes de hoy, soñaba con popularidad y éxito, likes en mis fotos y fiestas locas llenas de amigos. Y me refugié en amores pasajeros, amistades vacías, tratando de ganarme el agrado de todos; sin sospechar siquiera que yo ya era la chica más amada del mundo. Desde el principio de los tiempos.

Foto: Parroquia Fuente del Fresno (Madrid)Ajena a ese amor, mis cimientos cayeron fuerte, llenaron todo de polvo, y sin ver nada mis ganas de vivir se apagaron. ¿Eso era todo? «¿La vida es esta porquería?», pensaba. Y no te veía. No te veía.

Cambié una y otra vez: de look, de carrera, de aficiones, de amigos… Buscaba y buscaba ser feliz, ser yo misma… pero a ti no te veía. Entonces…, por entonces creo que ya no eras nada.

Yo me consideraba cristiana, y como quien defiende a su equipo de fútbol me ofendía si se metían con los católicos; pero a ti no puedo engañarte. Nunca me ha importado el fútbol, y nunca me importaste tú. Ojalá yo solo te hubiese negado tres veces, como san Pedro, o me hubiera dado cuenta antes y hubiese salido a gritar: ¡el Amor no es amado!, como san Francisco. Pero no lo hice. Nunca me pediste más de lo que podía darte, y yo nunca te di ni siquiera ese poquito.

Por eso hoy quiero darte las gracias. Porque al igual que mis padres me cuidaron siempre a pesar de ver a su hija dando tumbos; Tú, como padre bueno, nunca me dejaste sola, silencioso me cuidabas, y seguro que sonreías viéndome crecer y tropezar, esperando paciente el momento de hacerte oír.

Han pasado un par de años y todavía me cuesta, cuando me preguntan, explicar lo que pasó después.

Sé que eras tú, porque yo no lo elegí. Suelen decir que Tú enamoras suavemente, pero no nos engañemos; a mí me secuestraste. De repente ya no eras Dios, el creador del mundo, que me han dicho que es bueno, del que he estudiado sus mandamientos… de repente eras Jesús. Mi Jesús. Que tiene un papel en mi vida, un plan solo para mí, que sabe mi nombre. A quien dar los buenos días y sonreír cómplice en esta custodia, con quien compartir mis miedos y que sabe que lo estoy pasando fatal ahora mismo leyendo esto, en medio de la gente.

Mira que me resistí, aún entonces: «No pienso ir a Misa, ni a la iglesia, eso es de locos». Buscaba mil excusas; pero esta vez ya era tarde… Y te debiste reír mucho de la cara de tonta que se me quedó cuando llegué aquí, por primera vez, justo el domingo del Buen Pastor; y empezaron a hablar de ovejas perdidas que volvían con su verdadero amor. Eras tú. Y era para mí.

Foto: Clarisas de Cantalapiedra (Salamanca)

Me quitaste los disfraces que me había puesto para vivir en el mundo: los piercings, las caretas y las modas; y me dijiste: «conmigo no te hace falta nada más». Y así fue. Encontré la roca firme que faltaba en mis cimientos.

Si me preguntasen, nunca diría que ha sido un camino fácil desde entonces. Ni negaré que he pensado en salir corriendo muchas veces, irme a Ibiza… Pero para mí, que presumía de vivir y probarlo todo, conocerte ha sido, sin ninguna duda, la más grande y mejor aventura de mi vida.

Así que GRACIAS Señor, por cada día, cada perdón…

Gracias por darme casas por todo el mundo.

Gracias por darme unos amigos que me aman como a sí mismos, o más.

Por la gente con y por la que rezar, y que también reza por mí.

Por darme el mejor director espiritual, un montón de Hermanas…

Y ahora, que las últimas cosas se me acumulan, que me siento por última vez en estos bancos y pronto daré el último abrazo a mis padres; quiero darte las gracias también por esta paz, que me hace caminar tranquila, segura de que este pilar no se va a romper.

Gracias a ti hoy sé que mi vida es un perfume caro. Y no se me ocurre mejor manera de darte las gracias hoy que derramar esa vida a tus pies, y tratar de limpiarlos un poco con mi perfume. Tu inagotable amor vale más que la vida misma.

Así que gracias Jesús. Tú camina, que ahora yo te sigo.

Leticia Deza Lanoix, Postulante Clarisa
Monasterio del Sagrado Corazón
Cantalapiedra, Salamanca

Encerramos felices nuestra vida

Jesús, que nos muestras tu Corazón abierto envuelto en la humildad de la Eucaristía, a Ti, en esta vigilia queremos adorarte, alabarte y darte gracias, y estamos felices de poder hacerlo sabiéndonos unidas a todos los que en esta noche has llamado para estar contigo.

Sí, Jesús, Tú haces realidad el que, estando tan lejos, estemos íntimamente unidos, porque nuestros ojos están contemplando el mismo Misterio: ese Corazón que se hizo carne en las entrañas de nuestra Madre Inmaculada para poder acercarse con un latido humano a cada hombre de la historia; ese Corazón que ahora encierras en la Eucaristía para poder darte a nosotros; ese Corazón que velas bajo la blancura de la Hostia para que no quedemos deslumbrados al mirarte ahora en esta custodia.

Este es el regalo que Tú nos haces: contemplándote a Ti no nos separa ni la distancia ni ninguna otra barrera, solo nos separa ese poco de materialidad, ese poco de pan que nos vela el Misterio del Dios con nosotros en el que todos somos uno.

En este Misterio de tu Amor encerrado en el Sacramento encerramos felices nuestra vida por medio de la clausura para entregarnos contigo, por Ti y en Ti a todos los hombres.

Te damos gracias, Señor, porque sigues llamando a mujeres como Leticia a vivir esta locura que solo puede entenderse como un milagro de tu Gracia. Te damos gracias por seguir enamorándote de nuestra pequeñez y pobreza y llamarnos a cosas tan grandes invitándonos a dejarlo todo para vivir solo para Ti y de Ti.

Hoy, Jesús, queremos poner a la nueva hermana que nos regalas bajo el manto de María. Sabemos que de su Corazón Inmaculado aprenderá a decir su Fiat cada día y a hacer de su vida un continuo Magníficat con el que cantar ante todos las maravillas que Tú vas a hacer en ella. María será la estrella en los momentos oscuros y su fortaleza y refugio en las luchas que tendrán que llegar. En sus manos la ponemos.

Leticia, desde tu Monasterio, tus hermanas, en esta noche, nos ponemos contigo ante el Señor para darle gracias por llamarnos a caminar juntas la hermosa aventura de cumplir su Voluntad. En sus manos de Amigo y Esposo ponemos tus primeros pasos. A su Corazón confiamos el que lleve a buen término la obra que Él ha comenzado en ti. Amén.

Clarisas de Cantalapiedra (Salamanca)