León XIV pide al Líbano no ceder «al desencanto»

León XIV pide no ceder «al desencanto» a pesar de «las heridas» sufridas por el Líbano

En el acto más multitudinario de su viaje, el Papa invita al Líbano a «encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche»

José Calderero de Aldecoa
El Papa mientras lee su homilía en la Misa en el paseo marítimo del Líbano.
El Papa mientras lee su homilía en la Misa en el paseo marítimo del Líbano. Foto: CNS.

El Papa ha celebrado una multitudinaria Misa en el Líbano, en el paseo marítimo, a la que han acudido cerca de 150.000 personas. Es la celebración más numerosa de cuantas ha realizado en su viaje a Turquía y Líbano. A todas ellas, León XIV les ha invitado a levantar la mirada en alabanza a Dios, a pesar de las contradicciones del día a día.

Pero, a veces, «la dimensión de la alabanza no encuentra espacio dentro de nosotros», ha reconocido el Pontífice en la homilía. «Agobiados por las fatigas de la vida, preocupados por los numerosos problemas que nos rodean, paralizados por la impotencia ante el mal y oprimidos por tantas situaciones difíciles —ha detallado— nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja que al asombro del corazón y al agradecimiento».

El Papa durante la celebración. Foto: CNS.

La belleza del Líbano

En el caso concreto del Líbano, «la belleza» del país «cantada por la Escritura», ha subrayado el Santo Padre, «se ve oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por las heridas que han marcado su historia —acabo de rezar en el lugar de la explosión, en el puerto—; se ve oscurecida por los numerosos problemas que los afligen, por un contexto político frágil y a menudo inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos que han despertado antiguos temores».

Según León XIV, en un escenario de este tipo «la gratitud cede fácilmente paso al desencanto, el canto de alabanza no encuentra espacio en la desolación del corazón». A pesar de ello, «la Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra», ha asegurado el Papa.

El Papa a su llegada al lugar de la celebración. Foto: CNS.

Pequeñas luces

El propio Pontífice ha señalado algunas de esas «pequeñas luces» para que los fieles aprendan a reconocerlas: «Pienso en su fe sencilla y genuina, arraigada en sus familias y alimentada por las escuelas cristianas; en el trabajo constante de las parroquias, las congregaciones y los movimientos para responder a las preguntas y necesidades de la gente; me vienen a la mente los numerosos sacerdotes y religiosos que se dedican a su misión en medio de múltiples dificultades; así como también los laicos, comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad…»

Por último, el Santo Padre ha pedido «unir esfuerzos» para que el Líbano «pueda recuperar su esplendor». Pero eso solo se puede hacer de una forma, ha advertido León XIV: «desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse hermanos y hermanas».

Llamamiento del Papa al final de la Misa

Queridos hermanos y hermanas:

En estos días, con mi primer viaje apostólico, realizado durante el Año jubilar, he deseado hacerme peregrino de esperanza en Medio Oriente, implorando a Dios el don de la paz para esta amada tierra, marcada por la inestabilidad, las guerras y el dolor.

Queridos cristianos del Levante, cuando los resultados de sus esfuerzos de paz tardan en llegar, los invito a alzar la mirada al Señor que viene. Contemplémoslo con esperanza y valentía, invitando a todos a recorrer el camino de la convivencia, la fraternidad y la paz. ¡Sean constructores de paz, anunciadores de paz, testigos de paz!

Oriente Medio necesita actitudes nuevas, para rechazar la lógica de la venganza y la violencia, para superar las divisiones políticas, sociales y religiosas, para abrir capítulos nuevos bajo el signo de la reconciliación y la paz. La vía de la hostilidad mutua y de la destrucción en el horror de la guerra ha ido demasiado lejos, con los deplorables resultados que están a la vista de todos. Necesitamos cambiar de camino, necesitamos educar el corazón para la paz.

Desde esta plaza, rezo por todos los pueblos que sufren a causa de la guerra. Rezo también por Guinea-Bisáu, deseando una solución pacífica de las controversias políticas. Y no olvido a las víctimas del incendio en Hong Kong, así como a sus queridas familias.

Y ruego especialmente por el amado Líbano. Pido nuevamente a la comunidad internacional que no se escatimen esfuerzos para promover procesos de diálogo y reconciliación. Dirijo un apremiante llamamiento a cuantos están investidos de autoridad política y social, aquí y en todos los países marcados por guerras y violencia: ¡escuchen el clamor de sus pueblos que invocan la paz! Pongámonos todos al servicio de la vida, del bien común y del desarrollo integral de las personas.

Finalmente, a ustedes, cristianos del Levante, ciudadanos de estas tierras por derecho propio, les repito: ¡ánimo! Toda la Iglesia los mira con afecto y admiración. Que la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de Harissa, los proteja siempre.