León XIV a los jóvenes del siglo XXI: «Aspirad a cosas grandes, a la santidad, allí donde estéis. No os conforméis con menos»
El Papa ha recordado que «la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos»; más bien, «está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría»
Amanece en Tor Vergata con el acto final del masivo Jubileo de los Jóvenes. Acompañado de cerca de 450 obispos y el millar de sacerdotes, León XIV ha vuelto a la explanada a encontrarse con los peregrinos que han hecho noche al raso.
Aun las dificultades propias de un sueño siempre liviano en este contexto, los asistentes, tras una vigilia de silencio y oración, han escuchado atentamente la homilía del Pontífice, que ha hablado de fragilidad, algo que puede parecer un tabú, pero que «forma parte de la maravilla que somos». Haciendo una metáfora con la hierba, ha asegurado que no hemos sido hechos para una vida «donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar».
«No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces», ha pedido el Papa a los jóvenes. Más bien, «escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios». Es hermoso, también con 20 años, «abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia los espacios eternos del infinito».
Ha reconocido: «Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la
mediocridad?». Su respuesta es que «la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos»; más bien, «está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría. Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales», para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las
realidades del mundo, solo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la
caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de
humildad, de dulzura, de paciencia, de perdón y de paz como los de Cristo».
«Muy queridos jóvenes —ha concluido— nuestra esperanza es Jesús. Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa». Y ha puesto como ejemplo a los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. «Aspirad a cosas grandes, a la santidad, allí donde estéis. No os conforméis con menos».
Vuelve a mencionar a María Cobo
Antes del rezo del ángelus, el Pontífice ha vuelto a mencionar a la joven María Cobo, fallecida en Madrid tras regresar de una convivencia desde Los Alpes, parada de camino al Jubileo romano. Además, ha nombrado los países en conflicto y ha recordado al millón de jóvenes presentes que «unidos a Jesús como el sarmiento a la vid, ustedes darán mucho fruto; serán semillas de esperanza allí donde viven, en el trabajo, en la escuela, en el deporte».
Ha concluido convocando a los presentes a Corea del Sur del 3 al 11 de agosto de 2027 y recordando que los jóvenes tienen que ser «testigos de esperanza en los confines de la Tierra».