León alberga la primera firma de un rey
El documento del rey Silo, del siglo VIII, es uno de los tesoros del archivo de la catedral. Recoge la donación de un edificio a una comunidad de sacerdotes que rezara por su alma
Silo fue el sexto rey asturiano. En el año 774 fue elegido para suceder a Aurelio I, pues en aquellos primeros años la monarquía era electiva. Durante su reinado trasladó la capital del reino desde Cangas de Onís, cerca de Covadonga, a Pravia, también dentro de la actual Asturias pero bastante más al oeste. Quería así acercar la corte a las nuevas tierras reconquistadas hacia poniente. En Pravia hizo construir la iglesia de San Juan, en Santianes, donde fue enterrado en el año 783. Le sucedió Alfonso II, el Casto, sobrino de su esposa, Adosinda.
Solo un año después de acceder al trono, el 23 de agosto del año 775, este monarca firmó un texto que, bautizado como documento o diploma del rey Silo, terminó convirtiéndose en histórico. «Para provecho de mi alma», donaba a los presbíteros Pedro, Avito y Valentino «como lugar de residencia» un cillero; es decir, «un edificio donde se recogía grano o frutos», explica Manuel Pérez Recio, deán y canónigo archivero de la catedral de León, donde se conserva el diploma. La donación se producía, justificaba Silo, porque los religiosos «nos habían besado los pies para que les diésemos un lugar de oración». La única condición que ponía era «que recéis en provecho de mi alma en la iglesia que allí se construyere». La cesión era tan solemne que «si después de hoy alguien quisiera inquietaros en relación con ese lugar o en todo lo que queda escrito arriba, que sea separado de la santa comunión y que quede excluido de la asamblea de los cristianos y de la santa Iglesia, que sea considerado con Judas el traidor». El documento fue ratificado posteriormente por los reyes Alfonso II y III, Ramiro I y Ordoño I.
Este tipo de acuerdos eran habituales en la Edad Media. Pero este, subraya Pérez Rico, si bien «no tiene importancia política», es muy relevante porque «es el primer documento real de España». No se conservan otros textos firmados por reyes hasta siglos posteriores. La mayor parte del manuscrito es una descripción exhaustiva del terreno donado, citando los pueblos, caminos y accidentes geográficos que lo delimitan. El lugar, situado entre los ríos Eo y Masma, se llamaba en la época Luz o Lucis. No se ha logrado averiguar su ubicación concreta, si bien hay quienes creen que pudo estar en el actual municipio costero de Barreiros (Lugo), cerca del límite con Asturias. Una curiosidad del documento es que cita a dos «conversos», presumiblemente de religiones locales en zonas donde la evangelización aún no había sido completa: junto con los sacerdotes, un tal Alanto se beneficia de la donación, pues también podrá vivir en el edificio. Otro converso, Teodenando, figura como testigo.
No existe certeza de cuándo o por qué llegó el documento del rey Silo a León, cuando lo lógico sería que estuviera en Oviedo con otros documentos de los reyes asturianos. El canónigo archivero sostiene la hipótesis de que «llegó con otros textos reales cuando se trasladó la corte» a esta ciudad al constituirse el reino de León, en el año 910. Se trata de un pergamino, escrito en latín tardorrománico y con la caligrafía visigótica propia de la época. Se encuentra en bastante buen estado, a pesar de que durante siglos no se aplicó ninguna medida especial para su protección. Pérez Rico atribuye su conservación a que «hasta hace 20 años el archivo estuvo en un torreón de la catedral» y en este lugar se mantuvo una temperatura bastante estable y fresca; «y, sobre todo, un ambiente seco».
«El archivo de la catedral de León está entre los dos o tres que tienen más documentación medieval en el país», asegura su responsable. Sobre todo, «hay gran cantidad de documentos de los reyes leoneses, desde que se estableció aquí la monarquía» hasta que se integró en la Corona de Castilla en 1230. Entre ellos, por ejemplo, una crónica de la rebelión contra el rey Alfonso V en 1012.
El archivo de la catedral de León es, por razones obvias, la mejor fuente de documentación sobre la construcción a partir de 1255 del actual templo gótico, que reemplazó al románico del siglo XI y en la que «intervino directamente Alfonso X el Sabio». Sin embargo, el archivo es de hecho anterior al edificio. Data de finales del siglo IX, cuando el rey Ordoño I entregó una serie de libros litúrgicos al obispo Funimio. Dos siglos después, con motivo de la consagración de la catedral románica, el obispo Pelayo hizo otra generosa donación y, según las crónicas, «reparó los que encontró rotos y dispersos, cuyo número es infinito».
Además de 45.000 documentos en su fondo general atesora 200 códices —de los cuales 88 son únicos— y 377 fragmentos. Uno de los códices más importantes es su famoso palimpsesto, un manuscrito en el que se recogen varios textos superpuestos. En este caso, fragmentos de la Biblia sobre una vitela —piel de vaca o ternera— en la que antes se había escrito la Lex Romana Wisigothorum, compuesta durante el reinado de Alarico II (487-507).