Laudato si en el día a día
El Movimiento Católico Mundial por el Clima organiza un curso online con ejemplos prácticos para aplicar la encíclica en la vida ordinaria
Primero fue la publicación en 2015 de la encíclica Laudato si, un mensaje profético en el que el Papa dejó claro a los católicos que maltratar la tierra es un pecado, instó a los políticos a respetar sus compromisos para proteger el medio ambiente y pidió a las empresas que mandaran al traste la economía salvaje de mercado. Después instituyó la Jornada de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebra cada año el 1 de septiembre. Y por si no había quedado claro, inauguró el Año Laudato si, que concluirá el próximo 24 de mayo para impulsar un cambio de vida más acorde con la armonía de la naturaleza. El objetivo es que, en diez años, toda la Iglesia universal haya puesto rumbo hacia la conversión ecológica. Pero ¿cómo llevarlo a la práctica? Para responder a este interrogante el Movimiento Católico Mundial por el Clima propone un curso gratuito de cuatro módulos que ya cuenta con más de 17.000 inscritos de 120 países. El curso, en agenda del 13 de abril al 4 de mayo, se realiza de manera virtual mediante la plataforma Thinkific. El primer módulo habla sobre la misión y la historia del Movimiento Católico Mundial por el Clima. El segundo aborda la ecología integral desde una perspectiva científica, con datos sobre la crisis socioambiental y el cambio climático. El tercero es sobre la doctrina social de la Iglesia, con una revisión histórica desde san Francisco Asís. Y el último es sobre la encíclica en sí, como explica Antonio Garrido, responsable en España del Movimiento Católico Mundial por el Clima. El final del curso se dedicará a ejemplos prácticos. «No hay que llevarse muchos quebraderos de cabeza, bastan pequeños gestos como usar jarras de agua que sustituyan a los vasos plásticos», señala Garrido.
El curso se imparte en inglés, español, portugués, polaco e italiano. La versión para hispanohablantes cuenta con ponentes de todos los ámbitos, como fray Eduardo Agosta Scarel, carmelita licenciado en Física y doctor en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos por la Universidad Nacional de Buenos Aires, o la teóloga Ariana Díaz Acuña, directora adjunta del Observatorio Laudato si y profesora de la Escuela de Ciencias Teológicas de la Universidad Católica de Costa Rica.
Hasta ahora son muchas las propuestas verdes en la Iglesia, que ya van marcando el paso, por ejemplo, en la desinversión de combustibles fósiles de parte de instituciones católicas como la Conferencia Episcopal de Bélgica o el Banco de Cáritas de Alemania. El territorio del Vaticano es en sí mismo un buen modelo donde priman las fuentes renovables y se favorecen los métodos de transporte eléctrico. Por poner un par de ejemplos claros, la nueva iluminación de la bóveda de la capilla Sixtina permite reducir los costes de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero en aproximadamente un 60 % y en los jardines del Vaticano se ha eliminado en solo tres años el uso de pesticidas de origen químico. Como dice Garrido, «la Iglesia es como un portaaviones; tarda en tomar la dirección, pero cuando arranca es muy difícil echarle el freno».