«Las víctimas necesitan preguntar al otro: ¿Por qué me hiciste eso?»
Eduardo Santos Itoiz aborda los diálogos restaurativos entre víctimas y victimarios en Navarra, que han pasado del ámbito del terrorismo al de los abusos en el seno de la Iglesia católica. «El dinero no es la principal reivindicación», afirma
Posiblemente haya pocos asuntos tan espinosos en la actualidad eclesial como el de los abusos sexuales del clero, y no habrá un enfoque más fronterizo que el de los diálogos restaurativos entre víctimas y abusadores. Este es el modo de afrontar ese asunto que hace el abogado Eduardo Santos Itoiz, exdiputado y exconsejero de Justicia de Navarra, en su último libro, Justicia restaurativa y víctimas de pederastia en el ámbito de la Iglesia católica.
¿Por qué se ha acercado a este asunto desde este enfoque tan rompedor?
Ha sido algo natural para mí. Empecé a trabajar en justicia restaurativa hace más de 20 años. En aquel entonces se llamaba mediación penal, aplicada en casos de delitos graves como el terrorismo. Es mi herramienta de trabajo a la hora de enfocar la justicia. Y en el Gobierno de Navarra trabajé con ella porque creo en este modo de trabajar este tipo de delitos.
¿Cuántos diálogos entre víctimas y abusadores se han dado ya en Navarra?
Ya hace años se estableció un enfoque restaurativo y la posibilidad de que estas personas que han sufrido abusos pudieran iniciar procesos individuales. Empezó como un proyecto piloto que ya ha reunido dos casos del contexto de Iglesia. Hubo facilitadores expertos que propiciaron estos encuentros y las partes quedaron muy satisfechas. No es un problema de cantidad, sino de calidad. Somos la única comunidad autónoma que lo ofrece de una manera pública, y así lo destaca el Defensor del Pueblo en su informe. Además, yo creí que encajaba muy bien con la idea que tiene la Iglesia sobre el perdón, que tiene un matiz religioso y una base desde la que se puede entender este trabajo.
¿Cómo puede una persona con tanto dolor encontrarse de repente con su abusador?
En estos procesos, es el facilitador el que decide la orientación. Las víctimas tienen un dolor y una mochila de por vida, y es muy difícil volver a una situación inicial como si nada hubiera pasado. Pero estos procesos son transformadores: buscan convertir esa sensación de lo vivido en algo positivo, que les permite superar el papel de víctima, reconstruirse y encontrarse con quien le ha causado el dolor.
La consejera de Interior de Navarra, Amparo López, informó el pasado jueves de que el Ejecutivo foral remitirá los expedientes de 53 víctimas de abusos en el seno de la Iglesia a la comisión de la Conferencia Episcopal en la que se decidirá sobre su reparación económica. La comisión del Gobierno de Navarra ha reconocido ya a 35 víctimas de abusos en el seno de la Iglesia y está gestionando 18 expedientes más, ocho de los cuales ya están iniciados y diez se encuentran en proceso.
¿Qué buscan con estos encuentros?
Que el agresor reconozca lo que ha hecho, se responsabilice de ese dolor y se comprometa a reparar el daño causado. Para cada persona, la reparación será distinta.
¿Va más allá de una reparación solamente económica?
Las encuestas que realizamos reflejan que lo que más quieren las víctimas es el reconocimiento de su dolor, que se admita que lo sucedido existió y que son víctimas de esos hechos. Y también que la institución reconozca que no puso las medidas necesarias y que no eche balones fuera. La Iglesia y las congregaciones deben involucrarse también. Necesitamos implicar a las instituciones además de a las personas individuales.
A partir de ahí, hay peticiones como el acceso a psicólogos o a una oficina de víctimas. Algunas de ellas pueden considerar necesaria una reparación económica, que es totalmente legítima, pero no es la principal reivindicación, porque el dinero no soluciona los traumas que tienen.
Ha hablado de un proceso de transformación, ¿también para los victimarios?
Este proceso parte más de la víctima, que tiene una generosidad infinita y una necesidad muy grande. Del otro lado, el que da este paso es una persona que muestra coraje, porque es difícil afrontar que en el pasado hiciste unos hechos que se pueden considerar imperdonables.
Hay que pensar que esa persona puede no ser la misma. Otros, en cambio, son depredadores sexuales. Hay algunos que, de repente, entran en un diálogo con una víctima, al reconocer el daño que le causó, se transforman completamente. Las encuestas dicen que una persona que trabaja sobre su responsabilidad es menos propensa a reincidir. Ponerse de frente a la otra persona y ante lo que hiciste es duro, pero muy transformador.
¿Se están dando este tipo de procesos más allá de la Iglesia, en la sociedad civil?
Así es. Son temas delicados porque las víctimas deben tener fuerza para entrar en un diálogo. Pero se hacen, y la inmensa mayoría de las veces es por iniciativa de las propias víctimas, porque necesitan preguntar al otro: «¿Por qué me hiciste eso?», y recibir una respuesta suya.