Marie Collins: «Las víctimas deben estar en los procesos» - Alfa y Omega

Marie Collins: «Las víctimas deben estar en los procesos»

Marie Collins narra para Alfa y Omega cómo ella y otras cinco víctimas de abusos a menores en la Iglesia convivieron, dentro de un programa de formación en protección de menores, varios días con los obispos de Inglaterra y Gales en Valladolid. Trabajaron juntos, comieron y rezaron juntos, se escucharon… «Para nosotros ha sido un punto de inflexión», reconocen los prelados

Fran Otero
La irlandesa Marie Collins compartió su experiencia con los obispos de Inglaterra y Gales la pasada semana en Valladolid
La irlandesa Marie Collins compartió su experiencia con los obispos de Inglaterra y Gales la pasada semana en Valladolid. Foto: Reuters / Clodagh Kilcoyne.

Cuando la Santa Sede hacía público el motu proprio del Papa Francisco con nuevas normas para combatir los abusos sexuales a menores en la Iglesia, los obispos de Inglaterra y Gales concluían su Asamblea Plenaria en Valladolid, en el Real Colegio de San Albano, otrora seminario para jóvenes ingleses y hoy residencia y casa de formación. Sí, en España, donde estuvieron alejados de los focos y pudieron trabajar con discreción. En cualquier caso, lo más importante fue el contenido, porque dedicaron gran parte de la semana a una formación sobre protección de menores en la Iglesia. Los instructores, liderados por la baronesa Sheila Hollins –exmiembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores–, fueron varios profesionales y seis víctimas.

Más allá de los avances en el terreno jurídico, lo que se vivió en Valladolid la semana pasada fue una especie de convivencia entre obispos, un total de 38, y víctimas, entre las que se encontraba la irlandesa Marie Collins –exmiembro de la citada comisión vaticana; la abandonó por discrepancias– que afirmó: «Hemos trabajado juntos, hemos comido y rezado juntos. Ha sido una experiencia muy positiva».

Los obispos, por su parte, reconocen que esos días «han sido tocados de manera profunda» por las víctimas. «Hemos escuchado la turbación, el dolor y la desesperación infligidos por las personas que las han abusado. Hemos escuchado con horror cómo el don precioso de la fe ha sido utilizado para someter a niños y adultos vulnerables y abusar de ellos. Para nosotros, obispos, estos días han sido un punto de inflexión», reconocen.

Y concluyen: «Pedimos perdón a todos aquellos que portan este dolor, por nuestra lentitud y actitud defensiva y por nuestra negligencia tanto en las acciones preventivas como en las restaurativas».

El objetivo se ha cumplido, pues según la baronesa Sheila Hollins, responsable de la formación, el objetivo era que los obispos «comprendieran de forma clara la importancia de escuchar y acompañar a las personas que han sufrido abusos y a sus familias, y reconocer los efectos a largo plazo».

Para Marie Collins, la experiencia «ha sido muy positiva» y valora especialmente la actitud y el deseo de los obispos de formarse y responder mejor al desafío de los abusos en la Iglesia. «He sido muy crítica con la actitud de los obispos en el pasado, pero a este grupo lo he visto muy convencido, con ganas de escuchar y aprender. Ahora estarán más preparados para garantizar la seguridad en sus espacios y para cuidar a las víctimas», reconoce en entrevista con Alfa y Omega. En su opinión, encuentros de este tipo deberían ser más habituales y, por ello, invita a todas las conferencias episcopales a tomar ejemplo de la de Inglaterra y Gales. En concreto, Collins pone en valor que haya un tiempo largo de convivencia, pues, habitualmente, a la víctima se la invita para que dé una charla o cuente su experiencia y luego se va. «Así es cómo la Iglesia debe hacer las cosas, contando con todos, incorporando a los procesos a profesionales y a víctimas. Las víctimas deben estar en los procesos», apostilla.

Empatía

En Valladolid, reconoce, la convivencia entre unos y otros fue inmejorable, sin actitudes defensivas y con mucha empatía por ambas partes: «Las víctimas se han sentido muy cómodas y sus experiencias han sido muy bien recibidas y entendidas por parte de los obispos. A su vez, las propias víctimas han podido tener una perspectiva más amplia de lo que están haciendo los obispos y de las dificultades que tienen». De ahí, la declaración de otra víctima, que se mantiene en el anonimato: «Me sentí alentado por su sincero deseo de restauración y su tristeza por el daño causado por algunos de sus hermanos a muchos».

Para Collins, que sufrió abusos de un sacerdote cuando tenía 13 años, la respuesta de la Iglesia en materia de abusos está siendo desigual en función del país. Apunta que los países que han tenido grandes crisis han respondido adecuadamente, pero otros todavía viven como si no sucediese nada. De hecho, cree que en la reunión de presidentes de conferencias episcopales del pasado febrero se perdió demasiado tiempo en insistir en la importancia de que acompañen a las víctimas, cuando es algo que ya debería estar asumido por todos. Sostiene que el Papa Francisco ha dicho cosas «muy positivas y correctas», pero recuerda que todavía queda avanzar en la tolerancia cero. «Hay sacerdotes que han cometido abusos y han sido condenados y no han sido retirados del ministerio», añade, al tiempo que lamenta que en el Vaticano todavía haya personas «que muestran muchas resistencias».

Los cimientos están puestos

Collins valora el último documento del Papa y que se den pasos para romper las espiral del silencio que sobre este tema ha dominado en la Iglesia, pero cree que estas normas no serán efectivas sin sanciones. «Las leyes sin sanciones se ignoran. Es un paso adelante, pero podría ser mucho mejor si hubiese un castigo para quien no cumpla la norma y se incluyese alguna indicación sobre la colaboración con las autoridades civiles», apunta. «Lo que las víctimas queremos –concluye Collins– es ver que hay tolerancia cero si alguien es culpable. San Juan Pablo II dijo en 2002 que no hay sitio en la Iglesia para quien abuse de un niño. Creo que esto debería seguirse».

En su país, Irlanda, la gran crisis que vivió la Iglesia ha sido afrontada con determinación y reconoce que ahora los protocolos son muy exigentes, se trabaja esta cuestión en todas las parroquias y si hay casos se reacciona muy rápido. Sin embargo, la parte negativa es que mucha gente ha perdido la confianza en la Iglesia y la ha abandonado. De hecho, según Collins, la práctica religiosa católica ha caído en picado y ha descendido también el número de candidatos al sacerdocio.

Como ya reconoció Benedicto XVI en la carta que envió a los católicos irlandeses, a la Iglesia le va a costar recuperarse de una crisis de estas dimensiones, pero los cimientos están puestos. Y eso es, en opinión de Marie Collins, lo que debe hacer la Iglesia: tomar conciencia y actuar.