Las víctimas de la fecundación in vitro
La mayoría de mujeres que recurre a la reproducción asistida no consigue su objetivo… y por el camino se quedan cientos de miles de embriones congelados
El 25 de julio de 1978 vino al mundo Louise Brown, la primera niña nacida mediante técnicas de reproducción humana asistida. Acaba de cumplir 40 años. La tecnología es algo específicamente humano, responsable de grandes avances en muchos ámbitos, como la medicina. Las tecnologías sanitarias han permitido diagnosticar y tratar enfermedades que sin ellas hubiera sido imposible curar. Pero aplicadas sobre el hombre tienen un componente ético indudable. Si su uso no respeta su dignidad, pueden convertirse en in-humanas.
Las técnicas de reproducción humana asistida se emplean cada vez más. España es puntera. En 2016, con 47 millones de habitantes, teníamos 383 clínicas, con 48.000 nacimientos, mientras que en EE. UU. con 325 millones de habitantes, tenían 440 clínicas y 68.000 nacimientos. En España, uno de cada diez niños nace por esta vía.
No son técnicas que curen nada. Pretenden conseguir el hijo deseado. Pero del análisis de la realidad puede concluirse que hay innumerables víctimas como consecuencia de la generalización de estas tecnologías.
A la tercera va la vencida… o no
Su eficacia es la más baja de todas las financiadas por la sanidad pública española. La Sociedad Europea de Reproducción Asistida y Embriología (ESHRE) ha publicado un nuevo informe (Human Reproduction, 2016) donde se indica que el índice de nacimientos, tras un ciclo de estimulación fue del 19,2 %. Después de tres ciclos, las cifras mejoran, llegando en el mejor de los casos al 40,2 %. Es decir, que la mayoría de las mujeres no consiguen el objetivo de la maternidad.
Cuando lo hacen, es tras un agresivo tratamiento hormonal de estimulación ovárica en la madre o de una donante, que causa efectos secundarios como síndrome de hiperestimulación ovárica o trombosis venosa profunda. También hay más complicaciones obstétricas y perinatales, como los daños causados por la prevalencia de embarazos múltiples.
En la medicina privada, se considera pacientes a las parejas o personas que tienen recursos o bien son capaces de endeudarse. Estamos hablando de entre 4.000 y 5.000 euros por ciclo de estimulación. El nicho de mercado ha crecido. Comenzó para ayudar a parejas estériles y se extendió a parejas infértiles. También a parejas homosexuales y a mujeres sin pareja, posmenopáusicas, etc.
Además de la ruina económica, muchas familias experimentan frustración y una ruina moral, con problemas de pareja, y un sentimiento de haber sido engañadas por algunas clínicas, al no haber recibido información clara, veraz y suficiente sobre estos procedimientos, al no conseguir el objetivo, o al no haber sido estudiados correctamente antes de ser sometidos a estas técnicas. Algunas se quedan embarazadas de forma natural cuando menos lo esperan, durante la lista de espera o después de varios años de infortunio; lo que demuestra que son fértiles. Más adelante, en casos de separación o divorcio, pueden surgir nuevos problemas jurídicos en cuanto a la tutela de los embriones congelados.
Seres humanos sobrantes
Las otras víctimas son precisamente esos embriones producidos, que pueden ser instrumentalizados para satisfacer los deseos de terceros. Los embriones humanos producidos in vitro van desarrollándose en medios artificiales y son sometidos a técnicas de diagnóstico preimplantatorio, lo que supone un riesgo para su viabilidad. Se selecciona a unos y se descarta a otros. Los no seleccionados o bien son destruidos, o almacenados en congeladores. Alguno de los implantados pueden ser destruidos en el caso de gestación múltiple (aborto selectivo o reducción embrionaria).
Muchas cuestiones merecen una profunda reflexión. Las relacionadas con la sexualidad humana, porque estas técnicas desvinculan la sexualidad de la procreación, violentando la completa integración entre el ámbito corporal y el espiritual de la persona. Las relacionadas con la posible manipulación o instrumentalización de seres humanos para satisfacer los deseos de terceros. O la consideración de los 450.000 embriones humanos sobrantes que en 2015 había en España, son condenados a permanecer crioconservados en unas condiciones inhumanas hasta que son útiles para algo (investigación, deseo de los padres de tener otro hijo…). Y sobre todo, el comportamiento de muchas clínicas, que movidas por un interés exclusivamente mercantil, aprovechan el profundo deseo de maternidad de muchas mujeres, para introducirlas en una espiral en la que todo vale, sin reflexión alguna, y no respetando en muchos casos los fines de la medicina.
Porque que no todo lo que es técnicamente posible es ético. El dinero y las ideologías amenazan el uso correcto de la tecnología.
Ricardo Abengózar Muela
Doctor en Medicina. Director del Instituto de Bioética Francisco de Vitoria