«Las mujeres vamos ganando espacios. Pero poco a poco. No estamos para pelear» - Alfa y Omega

«Las mujeres vamos ganando espacios. Pero poco a poco. No estamos para pelear»

Las hermanas Alba Teresa Cediel e Inés Zambrano, misioneras de la madre Laura, han consagrado su vida a acompañar a los indígenas de la Amazonía. Esperan que la creación de ministerios laicales que propone el documento final del Sínodo permita que los hombres y mujeres de estas comunidades, que ya sirven a sus comunidades en distintos ámbitos, puedan hacerlo de una forma más institucionalizada, que no «dependa de si gusta o no» al sacerdote correspondiente

María Martínez López
Papa Francisco

El de la hermana Alba Teresa Cediel fue uno de los primeros rostros mediáticos del Sínodo sobre el Amazonas. En la rueda de prensa del 7 de octubre, el día posterior a su apertura, esta misionera de la madre Laura compartió cómo era la labor de las religiosas en medio de la selva: «Cuando el sacerdote no puede hacer presencia y se necesita que haya un Bautismo, nosotras bautizamos. Si alguien se quiere casar, somos testigos de ese amor, y muchas veces nos ha tocado escuchar en confesión. No hemos dado la absolución pero en el fondo de nuestro corazón […] creemos que Dios Padre también actúa ahí».

Estas declaraciones, que crearon bastante revuelo mediático, estuvieron acompañadas de la afirmación de que «la participación de la mujer tiene que ser mucho más grande en la vida eclesial. Pero piano, piano». Con su tono suave y calmado, la religiosa colombiana comparte con Alfa y Omega que «nosotras hacemos presencia visible en los pueblos indígenas, los acompañamos. Vamos ganando espacios, pero debe ser poco a poco. No estamos en término de pelear, sino de que las cuestiones se vayan dando en su debido momento».

La Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena fueron fundadas por la colombiana Laura Montoya precisamente para atender las comunidades de la selva, donde los sacerdotes y los hombres no querían ir.

Por ello, Cediel, su responsable de Proyección Misionera, fue invitada a participar en el Sínodo junto con la madre general, la hermana Inés Zambrano. En las semanas posteriores a la asamblea de Roma, han visitado España para compartir su experiencia. Una de sus paradas fue la sede de Manos Unidas, donde hablaron de Las mujeres en la asamblea sinodal.

«Las religiosas estamos con el Papa»

Dentro de su «piano, piano», las religiosas desvinculan a las 13 religiosas que estaban presentes en el aula sinodal (dentro de un grupo de 35 madres sinodales) de la petición, repetida hasta el mismo comienzo del Sínodo, de que las superioras generales que participaban en él pudieran votar.

Sí quisieron, como forma particular de votar, escribir una carta al Papa Francisco. Se lo propusieron otras hermanas «y la firmamos todas de nuestro puño y letra. Le decíamos que contara con nosotras, que sepa que la vida consagrada está en la Amazonía y estamos dispuestas a seguir trabajando por la vida. Era una manera de decirle que no está solo, que nos tiene a nosotras».

Esta carta se le entregó al Santo Padre uno de los últimos días del Sínodo. Y él dio un particular acuse de recibo la víspera de la clausura de la asamblea sinodal, cuando en el aula se discutía y votaba el documento final y se suscitó el debate en torno al diaconado femenino.

«Recojo el guante»

«El Papa dijo: “Recojo el guante que han dicho por aquí”, mirando hacia la zona donde estábamos nosotras», narra la hermana Zambrano. Y entonces anunció su intención de volver a convocar la comisión que en 2016 convocó sobre esa cuestión. Tras dos años de estudio, no llegó a ninguna conclusión sobre la función de las diaconisas, o sobre su propia existencia al comienzo del cristianismo. Francisco prometió «rehacer esto con la Congregación para la Doctrina de la Fe, y asumir nuevas personas en esa comisión».

«Él se dio cuenta del dinamismo de la mujer. Y sabe que estamos allí», subraya Zambrano. La cuestión del diaconado femenino «había salido en las consultas previas del Sínodo. El pueblo sabe que lo necesita, porque hay una ausencia muy grande de sacerdotes y la gente la vive, y experimenta la necesidad de las celebraciones».

Ministerios laicales, «no para nosotras, sino para los laicos»

La petición de nuevas atribuciones para las mujeres, como la creación –recogida por el documento final del Sínodo– de ministerios que puedan realizar los laicos, «no las hacemos para nosotras las religiosas. A ese nivel ya existe. Sino pensando en tantas mujeres laicas de las comunidades que están comprometidas como catequistas, como servidoras, en la formación», explica Zambrano.

Ellas, al igual que los varones, podrían pasar a asumir formalmente ministerios tanto ad intra de la comunidad (acolitado o lectorado) como hacia fuera (encargado del cuidado de la casa común, o incluso dirigir la comunidad cristiana).

Para que no dependa del sacerdote

Son cosas que ya están ocurriendo. Pero la institucionalización como ministerio está orientada a conseguir que estas designaciones «sean algo serio. No es decir “vamos a encargar a esta señora, a la que se ve buena gente, que acompañe a la comunidad un tiempito”. Y que luego venga otro padrecito, que no entienda esa dinámica, y diga “no, mujeres no”. Debe quedar algo instituido, legal», para que ese nombramiento no venga desde arriba ni «dependa de si gusta o no» al sacerdote.

Tampoco proponen esto como la salida global a la falta de presencia sacerdotal en las regiones amazónicas. Debe aplicarse –continúa Zambrano– «con mucha libertad, porque la realidad es muy diferente de un lugar a otro según la extensión geográfica, la cantidad de pueblos diferentes» o –añade Cediel– la situación en zonas urbanas. «Una de las cosas que más me gustó del Papa Francisco es que dijo “miren, sean creativos, y vean en cada diócesis y comunidad cómo pueden ayudar”».

Foto: CNS.

De la «conversión al Evangelio vivo» a una respuesta integral al sufrimiento

Otro aspecto que destaca Cediel del Sínodo es el haber afrontado la realidad de la Amazonía «de manera integral. Nos quedamos muchas veces en las cosas pequeñas, y no podemos ver todo el panorama de la realidad. El sufrimiento en estos lugares es terrible», por el daño que se está haciendo al medio ambiente y las repercusiones en la población de esta y otras lacras, como la explotación o la trata.

¿Cómo contribuiría la conversión pastoral a afrontar este dolor tan grande de los pueblos amazónicos? «La principal conversión es al Evangelio vivo, y ese Evangelio vivo es Jesucristo». En ese sentido, recuerda a una mujer indígena que, en un momento del Sínodo, se levantó y dijo: “Quiero pedirle a todos los obispos que lean Mateo 25. Y desde la lectura pausada, contemplativa, contemplen el Amazonas. ‘Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed…’”».

Para comprender la liturgia inculturada

Las dos religiosas de la madre Laura comprenden que son cuestiones que «es difícil que se entiendan desde Europa. Es toda una vida». Una incomprensión que alcanza también un pico al hablar de la Liturgia inculturada. La hermana Zambrano lamenta, por ejemplo, la polémica que se suscitó en torno a la oración del día 4 de octubre, previa al inicio del Sínodo. «El rito que se hizo es de agradecimiento a Dios por darnos a la madre tierra y por todo lo que ella fecunda. Luego se plantó un árbol» y el Papa dirigió el rezo del padrenuestro. «Pero si uno no se mete dentro, es muy difícil entenderlo».

La religiosa explica que, por un lado, en las comunidades del Amazonas se encuentran los ritos de los indígenas no católicos, que «son preciosos» y en los que, «aunque no lo parezca y ellos no lo digan directamente, está presente el Creador, el Padre Dios».

«Arreglar las cosas» antes de la Eucaristía

Luego están los indígenas católicos, que «desde la Palabra de Dios iluminan esa ritualidad. Por ejemplo, en la Confirmación, el óleo con el que son ungidos se mezcla con el achote, la pintura [facial que usan], y que para ellos tiene mucha importancia. Así, al hacerles la señal de la cruz en la frente con el óleo, queda una señal visible de ese compromiso».

Otra muestra de esta inculturación que podría pasar al rito amazónico si este llega a elaborarse es acompañar el acto penitencial de la Eucaristía de gestos de arrepentimiento, como frotarse el cuerpo con ortigas o hierbas medicinales, u otros con un simbolismo similar. En este momento, además, suele invitarse a los participantes a «buscar con quién están disgustados para arreglar las cosas, o a juntarse en familia para ver en qué han fallado. Por eso las celebraciones son tan largas», explica la madre general de las lauras.

Este elemento comunitario también es importante, y lleva a que en ocasiones antes o después de la homilía los ancianos de la comunidad sean invitados también, desde el contenido de la Palabra de Dios que se ha leído, a dar consejos.