Las monjas apuestan por el torno online
La crisis económica también ha afectado a las comunidades contemplativas que realizan artesanía y dulces de Navidad. Ahora llega su temporada fuerte y se han lanzado a las ventas por internet para salvar el año
Durante estos días abundan en muchos grupos de WhatsApp mensajes en los que se anima a comprar los dulces típicos de Navidad que realizan las monjas contemplativas de toda España. El confinamiento y las restricciones a la movilidad durante la pandemia causaron un fuerte impacto en su economía y ahora en Navidad necesitan reponerse.
Para ello, algunas comunidades han habilitado sus propias tiendas online, desde las que distribuyen sus productos. Es el caso de los vinos y el chocolate del monasterio de San Pedro de Cardeña, los mantecados y mazapanes de las comendadoras de Toledo, la repostería y los licores de las cistercienses de Villamayor, o los jabones y aceites del monasterio de Armenteira.
Las ventas a través de su web fueron lo que permitió pasar aquellos meses difíciles a las clarisas de Belorado, «porque a nuestro torno no venía gente», afirma sor María Sión, la religiosa encargada de ventas. «Ahora ya tenemos más trabajo, gracias a Dios. La Navidad es nuestro momento fuerte para vender, porque necesitamos tener ingresos. No nos podemos permitir renunciar a lo que hacemos», añade.
La campaña navideña ha dado a su trabajo un acelerón en el último mes y medio, y lo están aprovechando. «Nos llegan siete u ocho pedidos al día, que para nosotras es mucho», por lo que hasta han tenido que pedir ayuda a otra comunidad de clarisas.
Para estas monjas, poder distribuir sus trufas y chocolates a través de internet es una manera de conseguir su autofinanciación, y de poder seguir trabajando «muy agradecidas y compartiendo momentos muy bonitos entre las hermanas».
Ayuda en distribución
Otra forma que tienen las monjas de apostar por internet a la hora de dar visibilidad a sus productos es a través de páginas colectivas que agrupan los trabajos de diferentes comunidades, como la web de la Fundación Declausura, que contribuye al sostenimiento de los monasterios y conventos apoyándoles en la comercialización de sus dulces, o la de la Fundación Contemplare, que busca reunirlos a todos en un canal de venta conjunto.
«Esto surgió la inquietud común de un grupo de laicos que trabajamos en el entorno empresarial, para poner nuestra experiencia y nuestro conocimiento del mercado al servicio de las contemplativas», asegura Alejandra Salinas, de Contemplare.
De forma individual cada uno de sus miembros tiene su propia relación con la vida contemplativa, pero al poner su experiencia en común «nos dimos cuenta de que el denominador común es que las monjas y monjes necesitan ayuda para vender lo que producen».
Así, Contemplare les ofrece un proceso de distribución paralelo al que las comunidades puedan dar desde sus web o desde sus tornos. «Los monasterios deben ser autosuficientes, ya que no reciben ayuda sistemática de nadie. Ellos necesitan vender sus productos para pagar sus facturas, porque tienen gastos fijos mensuales a los que deben hacer frente, como la cuota a la Seguridad Social de autónomos y los suministros, principalmente», afirma Salinas. Por eso, «les damos la oportunidad de vender sus productos y que puedan simplemente vivir de su trabajo de forma viable. Queremos ser un puente entre ellos y el mundo».
Meses sin vender nada
Naranjines, pastas de té y de almendra, mantecados de yema, frayescobas, nevaditos de Navidad… Muchos de estos productos no existirían si no fuera gracias a monjas como las carboneras, que desde su monasterio del Corpus Christi, en pleno centro de Madrid, esparcen por estas fechas en las calles más concurridas de la capital el inconfundible aroma a naranja y anises de sus dulces.
El goteo intermitente de gente que suele pasar por el torno a comprar sus productos se vio interrumpido abruptamente en marzo. «Hemos tenido meses en los que no hemos vendido nada», lamenta sor Mercedes, la superiora. Durante muchas semanas lograron subsistir gracias a la solidaridad de las hermandades de Madrid y de algunos bienhechores. A pesar de que aún no han dado el salto a internet, confían en que de aquí a unos días puedan vender lo suficiente para recuperarse.
Ellas son un ejemplo más de la situación de muchas contemplativas, que estos días se afanan en la cocina para elaborar los dulces de los que dependen para pasar el resto del año.