Las máquinas que nos dirigen - Alfa y Omega

Las máquinas que nos dirigen

La cultura del descarte también tiene una faceta financiera. La banca quiere sus ahorros, la domiciliación de sus pensiones, el saldo de sus cuentas, pero no quiere ver a los mayores por sus oficinas, que se van vaciando de bancarios

Ricardo Ruiz de la Serna
Foto: Valerio Merino.

Carlos San Juan, de 78 años y vecino de Valencia, ha iniciado una campaña en internet para pedir «un trato más humano en las entidades bancarias» para las personas mayores. Todos lo hemos visto: cierres de oficinas, colas sin un sitio donde sentarse y terminales para pedir cita cuyo funcionamiento se supone intuitivo, pero que nadie explica. Para cualquier gestión, al cliente –no se olvide, es un cliente– lo dirigen a un cajero automático o a una tableta digital, como si todo el mundo supiese usarlas. En el laberinto de las claves, las cifras, las verificaciones, la humanidad y el respeto se han ido quedando por el camino. A la persona mayor, se la trata como si fuese inútil o incapaz solo porque no se aclara con una tecnología que nos van imponiendo poco a poco.

Esta campaña es, pues, una llamada de atención, una voz de alarma sobre lo que nos está sucediendo. Se habla de la brecha digital entre las generaciones, pero en realidad es una fractura social de consecuencias aterradoras. Decía este señor que «no paran de cerrar oficinas; algunos cajeros son complicados de usar, otros se averían y nadie resuelve tus dudas, hay gestiones que solo se pueden hacer online… Y en los pocos sitios donde queda atención presencial, los horarios son muy limitados, hay que pedir cita previa por teléfono, pero llamas y nadie lo coge. Y te acaban redirigiendo a una aplicación que, de nuevo, no sabemos manejar». De tanto dirigirnos a las máquinas para todo, las máquinas han terminado dirigiéndonos a nosotros.

La banca cerró 2021 con 19.000 despidos. Desde 2010, han salido del sector más de 70.000 empleados. De tanto mandarnos al cajero, los cajeros han terminado enviando a los trabajadores al paro, al ERTE o a la prejubilación. La cultura del descarte también tiene una faceta financiera. La banca quiere sus ahorros, la domiciliación de sus pensiones, el saldo de sus cuentas, pero no quiere ver a los mayores por sus oficinas, que se van vaciando de bancarios. Las entidades se desembarazan de sus trabajadores y de las visitas de sus clientes. Un negocio que incrementa sus beneficios sobre la base de los despidos, los cierres y los abandonos debería reflexionar sobre los fundamentos éticos de su negocio. También los clientes deberían replantearse si entidades así son dignas de la confianza de que depositemos allí nuestro dinero.

En 2012, durante la visita a una casa-familia de la Comunidad de Sant’Egidio, Benedicto XVI resumió el drama de los mayores en nuestros días: «A menudo la sociedad, dominada por la lógica de la eficiencia y del beneficio, no lo acoge como tal; es más, frecuentemente lo rechaza, considerando a los ancianos como no productivos, inútiles. Muchas veces se percibe el sufrimiento de quien está marginado, vive lejos de su propia casa o se halla en soledad». El señor San Juan se ha atrevido a alzar la voz y a pedir lo que reclaman la humanidad, la justicia y la decencia. Desde estas líneas nos ponemos en pie para aplaudirlo.