Las Madres de Abril: «La situación en Nicaragua se ha recrudecido. Los asesinatos continúan»
Álvaro Conrado y Jonathan Morazán, de 15 y 21 años, fueron asesinados por grupos paramilitares afines al régimen de Daniel Ortega. Sus madres, Lizeth Dávila y Josefa Meza, han pasado esta mañana por la sede de Alfa y Omega como parte de una gira europea con la que quieren denunciar que los asesinatos y la represión todavía se están produciendo en Nicaragua
El hijo de Lizeth Dávila —Álvaro Conrado, de 15 años— fue alcanzado en el cuello por un francotirador cuando estaba llevando agua a los estudiantes que habían iniciado la revuelta —ella lo llama «resurrección»— del 18 de abril de 2016 contra el régimen dictatorial de Daniel Ortega. A Jonathan Morazán, de 21 años, le sucedió algo similar cuando participaba en una marcha pacífica convocada por la Asociación Madres de Abril (AMA). «Le disparó un francotirador en el bulbo del cerebro», asegura su madre Josefa Meza en entrevista con Alfa y Omega.
Desde aquel día, ambas han consagrado sus días para que el crimen de sus hijos no quede impune y para que se haga justicia. Con este objetivo, y para «tratar de relanzar internacionalmente, y que no se apague, el tema de Nicaragua», han emprendido una gira por Europa como miembros de AMA –que les ha llevado incluso a participar en la 43 sesión del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas– para denunciar que «la situación se ha recrudecido. El asesinato y la represión continúan», afirma Lizeth Dávila.
Dentro de esta gira, Dávila y Meza han pasado esta mañana por la sede de Alfa y Omega para compartir su testimonio. Durante la entrevista, que se publicará próximamente en la edición en papel de este semanario, ambas mujeres han expresado la importancia de las sanciones internacionales contra el régimen de Ortega y que se produzca una reforma electoral para que la oposición pueda concurrir en igualdad de condiciones ante la relevante cita electoral que Nicaragua vivirá en 2021.
Pero más allá de la cuestión política, la historia de Lizeth y Josefa es una crónica vital plagada de confianza en Dios que comenzó, sin embargo, con un interrogante: «¿Por qué a mí? ¿Por qué te has llevado a mi hijo que con 15 años todavía tenía toda la vida por delante?». Con el paso del tiempo, Dávila sigue tratando de «entender el significado de la muerte de mi hijo», pero ahora «busco más las cosas de Dios».