Las lecciones que enseña el acuerdo entre Tayikistán y Kirguistán que aplaudió el Papa
Antonio Alonso, experto en relaciones internacionales de la Universidad CEU San Pablo, celebra que «dos países con diferencias tan grandes hayan podido resolverlas negociando»
Tenía razón el Papa Francisco cuando el pasado domingo, en su mensaje escrito para el rezo del ángelus, aplaudió el reciente acuerdo fronterizo entre Tayikistán y Kirguistán. «Es una muy buena noticia desde el punto de vista internacional», asegura a Alfa y Omega Antonio Alonso, experto en relaciones internacionales de la Universidad CEU San Pablo. «En un momento en el que todo parece anunciar guerra y guerra, todo el mundo ha saludado con gran esperanza que dos países con diferencias tan grandes desde hace tanto tiempo hayan podido resolver sus problemas negociando».
El conflicto entre las dos naciones de Asia Central se remonta, explica Alonso, a la época de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Desde Moscú se establecieron «fronteras administrativas» entre las distintas repúblicas que, por aquel entonces, «no tenían ningún sentido nacional. Era como cruzar de Madrid a Toledo».
Esto implicaba «que había enclaves de población» de un lugar dentro de territorio de otra república soviética. Por ejemplo, «hubo unas inundaciones y se decidió que la población kirguisa afectada se instalara en otro sitio», que se transfirió a Kirguistán.
«Esas cosas se hacían con mucha alegría y sin prever problemas», relata el experto. Cuando tras el desmembramiento de la URSS las fronteras cristalizaron, empezaron a surgir los problemas. «Desde entonces ha habido momentos de gran tensión», narra Alonso. El último estallido tuvo lugar en 2022.
Sin embargo, ya entonces se estaba caminando hacia una solución, señala el profesor. El gran cambio se produjo en 2016, cuando Shavkat Mirziyoyev se convirtió en presidente de Uzbekistán, nación vecina de las dos afectadas. «Ha dado una vuelta a las relaciones internacionales de la región. Es un facilitador» que «ha generado un ambiente totalmente distinto donde hasta entonces había cerrazón, negatividad, rencor y mucho egoísmo».
Su influencia suscitó un cambio de actitud en todos los líderes de la región. Han surgido «los mismos problemas que en los 20 años anteriores, pero en vez de lanzarse» a una escalada, «se llamaban por teléfono unos a otros e intentaban desescalar la situación».
El mandatario uzbeko «ha conseguido poder decir a todo el mundo que sí» a alguna de sus reivindicaciones. «Esto significa que cada parte tiene que ceder en algo. Cada una ha renunciado a territorio y a fuentes de agua, que es muy importante allí». Eso implica también desplazar a algunos grupos de población. Pero, a cambio, «todas obtienen algún beneficio; el primero, la paz y la estabilidad». De esta manera, «se ha demostrado que es mucho más beneficioso mutuamente para todas las partes el llevarse bien y cooperar», subraya Alonso.
Con todo, sospecha que además de la mediación de Mirziyoyev «a lo mejor China ha jugado algún papel. No sé hasta qué punto»; quizá solo transmitir su deseo en «conversaciones con unos y otros. Pero está muy contenta de que se haya resuelto». El logro «también bebe de un encuentro reciente en San Petersburgo en el que se fueron acercando posturas». Con todo, el experto cree que más que a Rusia o a China el acuerdo «fortalece más a los países centroasiáticos».