En el mundo hay más de 1.000 millones de personas que están en movimiento. 763 millones son migrantes internos y más 270 millones migrantes internacionales. Según datos de ACNUR de junio de 2020, hemos alcanzado la cifra de 79,5 millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares. De ellas, 26 millones son personas refugiadas. La pandemia global nos presenta una de las situaciones más complejas de nuestra historia contemporánea, con más de diez millones de casos confirmados y más 500.000 muertes.
Las fronteras se han cerrado casi de forma generalizada, imponiendo un bloqueo a la circulación de personas. Las consecuencias sanitarias y económicas han sido dramáticas en algunas regiones del mundo, afectando especialmente a las personas más vulnerables, incluidas las migrantes, las refugiadas y las desplazadas.
Desde el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas llevamos años trabajando en una investigación sobre la realidad de los flujos fronterizos en el mundo, en coordinación con las instituciones a las que la Compañía de Jesús tiene encomendada su misión con los migrantes, los refugiados y las personas desplazadas. En el libro Los flujos migratorios en las fronteras de nuestro mundo que ahora ve la luz han participado la Secretaría de Justicia Social y Ecología de la Curia General de Roma, el Servicio Jesuita a Refugiados, la Red de Migración (Servicios Jesuitas a Migrantes y Red Jesuita con Migrantes) y el GIAN Migración.
¿Cómo viven las personas migrantes, refugiadas y desplazadas?
En esta situación de crisis que experimentamos, nos preguntamos qué ocurre con los colectivos más vulnerables, las personas enfermas, las que están solas, las que viven en gran precariedad, las que se han visto atrapadas ante el cierre de fronteras, las privadas de libertad, las personas sin un hogar, las deportadas o las hacinadas en campos de refugiados o centros de detención.
Asimismo, la pandemia nos ha dejado aún más claro que muchos de estos colectivos migrantes vulnerables sostienen nuestras sociedades y economías. Por ejemplo, según datos del INE publicados en junio de 2020, en España residen 7.569.938 de personas que han nacido fuera de nuestras fronteras, lo que representa un 16 % de la población. Estas personas sostienen nuestro sistema de pensiones y nuestro mercado laboral, en sectores tan esenciales como la red de cuidados o la distribución y supermercados, tan importantes en este tiempo de emergencia sanitaria. Pero, a la vez, son sectores de gran vulnerabilidad laboral y con menor protección social.
La frontera es un espacio de encuentro, de enriquecimiento, pero también lugar de exclusión. En algunos contextos la situación de pandemia global ha generado más prejuicios y xenofobia hacia las personas migrantes, cuando todos los estudios y datos reconocen a las personas migrantes, refugiadas y desplazadas una gran oportunidad y riqueza para el presente y el futuro de nuestras sociedades.
¿Qué propuestas serían deseables?
Dada la situación actual, sería necesario aplicar pronto varias medidas a corto, medio y largo plazo.
Entre las medidas a corto plazo estarían dotar de recursos de emergencia y ayuda humanitaria, poner fin a las devoluciones sumarias, proteger en el tránsito, así como la creación de vías legales o defender el derecho de asilo.
En cuanto a las medidas a medio plazo, se necesitaría impulsar una respuesta enérgica contra el tráfico de personas, políticas de regularización, mejorar la información en todas las etapas del proceso migratorio, proteger la vida en las fronteras de forma integral y coordinada, y buscar vías alternativas a la detención en casos de migración irregular.
Por último, entre las propuestas a largo plazo, se propone la promoción de observatorios de derechos humanos en las fronteras, la creación de acuerdos de cooperación internacional y readmisión, la lucha contra la xenofobia y el refuerzo de la integración y la cohesión social como pieza clave para el futuro de nuestras sociedades.
¿Cómo nos imaginamos la nueva normalidad?
Es importante caer en la cuenta de que necesitamos recrear un modelo de Estado de bienestar con la centralidad de la persona y algunos parámetros de felicidad, además de los indicadores económicos como medidas de progreso. No podemos meter vino nuevo en odres viejos. Necesitamos un Estado de bienestar reformado y renovado, donde se reestructuren las instituciones y el Estado refuerce su rol de garante de derechos y asuma una responsabilidad en el ámbito internacional, entre otras, las responsabilidades en la gestión de los flujos migratorios, en especial en nuestras fronteras.
La publicación del libro es una oportunidad para ofrecer una mirada y una respuesta coordinada, al servicio de las personas migrantes, refugiadas y desplazadas, y contribuyendo a la transformación social.
Alberto Ares Mateos, SJ
Director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones y adjunto a la coordinación del Servicio Jesuita a Migrantes en España