Las emociones y la vida espiritual
Necesitamos aprender a nombrar lo que nos pasa por dentro y entenderlo para caminar, creciendo en familiaridad y sintonía con el Señor
A Dios no solamente se le encuentra en ideas, personas, tareas y acontecimientos; hay una acción de Dios en mí que me lleva a elegir una cosa y dejar otra. Dios quiere comunicarse de manera directa y muy libre conmigo. Necesitamos aprender a reconocer ese lenguaje, sentir y conocer los movimientos interiores, nombrar lo que nos pasa por dentro y entenderlo para poder caminar, creciendo en familiaridad y sintonía con Dios.
Abordamos en esta reflexión el papel que juegan las emociones en la vida espiritual. Es muy necesario acompañar estos procesos y poder ayudar a los jóvenes a discernir esa vida de Dios en ellos y lo que los aparta de su verdad, para que puedan ser cada vez más libres y felices.
Vivimos en una sociedad en continuo cambio, no sabemos lo que el futuro nos va a deparar. Pero si algo podemos afirmar con claridad es que el factor emocional ha sido, es y será determinante en la vida de cualquier ser humano, en cualquier época y lugar. Cuando uno está bien por dentro, puede afrontar mejor lo de fuera.
Las emociones tienen una gran influencia en la vida cotidiana y en nuestras relaciones con los demás. Su adecuado manejo puede hacer de nuestra vida un lugar de crecimiento continuo, de satisfacción y plenitud. Por el contrario, carecer de estas habilidades puede convertir la vida en un sufrimiento continuo para uno mismo y para los demás.
Nuestra vida es la suma de las decisiones que vamos tomando. Hay que ayudar a los jóvenes haciendo preguntas que los ayuden a decidir. Necesitamos ofrecerles espacios de escucha y de encuentro, enseñarles a escucharse y a escuchar a Dios en ellos. Es condición de posibilidad para la trascendencia. Dios ha querido comunicarse y entregarse, somos amados y llamados. Conocer a Dios me ayuda a conocerme en verdad; y conocerme mejor me lleva a conocer mejor a Dios; dos caminos que van de la mano. Muchas veces nos cuesta entendernos. Hay mucho ruido, falta de tiempo, miedos, falsas creencias, afectos desconocidos. La mayoría de nuestras complicaciones vitales ocurren porque no somos capaces de descubrir que algo nos está pasando. Los ruidos que más nos lo dificultan son los ruidos de dentro. Es muy importante estar conectados con nuestra propia verdad, abiertos a lo que somos y a lo que podemos llegar a ser.
Nos narra Juan en su Evangelio cómo Jesús ayuda a una mujer samaritana a encontrar la verdad sobre sí misma. La escucha y sabe responder a lo que le está pasando. Es una verdad acogida y recibida en libertad. Él no se adelanta. Ella recibe su verdad con tanta compasión y misericordia que ya no necesita huir. Nosotros también nos sentimos tan acogidos que somos capaces de estar con Él con nuestra verdad. La vamos reconociendo porque Él nos la va revelando. Nos ayuda a quitarnos las máscaras y a escucharnos. Solo podemos hacerlo cuando nos sentimos en un lugar seguro. Conectar con lo profundo del corazón requiere una cierta agilidad emocional. Hay que elaborar las emociones, agradables y desagradables, y ver hacia dónde nos conducen, darnos cuenta de las heridas, los engaños y desórdenes.
Desde la Delegación de Jóvenes de Madrid tratamos de ofrecer herramientas a los jóvenes para ayudarlos en sus procesos de maduración y búsqueda de sentido. Es un trabajo paciente, es ayudar a que puedan ir reconociendo la vida que hay en ellos, el Dios bueno y bello que habla a través de los sentimientos de alegría, plenitud; y también a través del sufrimiento ante el mal, del dolor de los otros, de la desproporción entre lo que desean y lo que viven. Comprender su realidad con mayor profundidad, para que puedan tomar decisiones con mayor lucidez y libertad, escuchar lo que Dios ya va haciendo en ellos. Ver la obra de Dios en las personas es un regalo precioso que hace aumentar la fe, la esperanza y la caridad. Gracias al Dios de la Vida que nos ha dado tanto y se sigue dando cada día.