Las Edades del Hombre no son solo «un museo»
Los restauradores de esta exposición que arranca una nueva edición «no podemos ser creativos», pero encuentran soluciones «con muchísimo respeto» para la imaginería devocional dañada por el tiempo
Silvia Lorenzo nació a las afueras de Bilbao, pero lleva 22 años afincada en San Bernardo, un pueblo vallisoletano de 200 habitantes, desandando así la ruta típica del éxodo rural. En un taller anexo al monasterio de Santa María de Valbuena, trabaja como restauradora para una nueva edición de la exposición Las Edades del Hombre, bautizada como Hospitalitas, que este año se desarrolla simultáneamente en dos sedes: Villafranca del Bierzo, en la provincia de León, donde dio comienzo el pasado miércoles, y Santiago de Compostela, donde lo hará en los próximos días.
«Siempre que se hace una exposición se procura trabajar con obra de la zona», explica Lorenzo, quien tiene mucha «ilusión» por la gran cantidad de «obra de Galicia» que restaura estos días, ya que «me gusta ver cómo los artistas de cada zona tienen sus localismos». Aunque su taller ha recopilado 60 obras para distribuirlas entre las dos sedes, sus técnicos se han volcado con un tercio de ellas que requerían «una mayor puesta a punto». Todos los años restauran más obras de las previstas porque «las hay que aparentemente están bien en origen, pero cuando las tienes entre las manos te das cuenta de los daños que han sufrido».
Por ejemplo, al trabajar con un lienzo de Santiago Apóstol proveniente de la catedral de Mondoñedo, Lorenzo y sus compañeros han abordado «muchos problemas». «La pintura se había craquelado y caído de algunas zonas, y eso nos ha llevado mucho tiempo y quebraderos de cabeza», confiesa, pero con sus artes han conseguido salvar a esta obra «que tenía peligro de pérdida».
Ya fuera de Galicia, la restauradora vizcaína y su equipo se han volcado también en un lienzo de cuatro metros titulado Conversión de san Pablo, obra de Bartolomé de Cárdenas en el siglo XVII y normalmente desplegado en la vallisoletana iglesia conventual de San Pablo. En la pintura, Saulo cae de su caballo en una impresionante perspectiva. Vista de cerca, los especialistas descubrieron que «había sido intervenida varias veces y tenía mucho repinte». No solo había sido cubierta «por barnices oxidados por el tiempo que se vuelven amarillos», sino que, en una intervención muy agresiva, los restauradores de hace un siglo refrescaron los colores soterrando los trazos originales. Ahora, las pinceladas de Bartolomé de Cárdenas han vuelto a la superficie. «De lejos parece que hemos hecho poco más que limpiarla, pero ha mejorado mucho la calidad», presume Silvia Lorenzo.
Una tercera obra que ha pasado por su equipo es una talla de santa Rita de Casia, obra de Luis Salvador Carmona y perteneciente a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el pueblo segoviano de San Ildefonso. Aunque «la restauración en sí es conservadora» y «no podemos ser creativos», como esta escultura tenía la mano rota y no podía sostener la cruz tal y como fue diseñada, Silvia Lorenzo y su equipo han rehecho «con muchísimo respeto» los dedos que faltaban. Ha sido una pequeña intervención por la que han apostado debido a que «no es una obra que vaya a un museo», sino que está pensada «para el culto».
La vizcaína, que es una mujer de fe, espera que «cuando devolvamos la obra a su lugar de origen se junten los fieles de la parroquia para recibirla». Como ya le ha sucedido tantas veces en más de 20 años, así podrá «verles las caras de gratitud» al haber recuperado su patrimonio no solo cultural, sino también devocional.