«Las divisiones del brexit no desaparecerán pronto»
A la Iglesia católica –afirma su portavoz político– le preocupa «la deshumanización y la intolerancia en la retórica pública» y las trabas para que los ciudadanos europeos obtengan la residencia
No es fácil mantener una mirada ecuánime sobre el culebrón político que se desarrolla en las últimas semanas en el Reino Unido para evitar in extremis una salida salvaje del país de la UE. Pero en este maremágnum de desenlace todavía incierto, Liam Allmark, responsable de Asuntos Públicos de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, se atreve a afirmar que «una amplia mayoría de los políticos está trabajando muy duro para lograr lo que sinceramente creen que es lo mejor para la sociedad».
Allmark, cuyo departamento se dedica a mantener unas relaciones fluidas entre los obispos por un lado y el Gobierno y el Parlamento por otro, está en contacto con muchos representantes públicos. Ante la sucesión de rechazos en el Parlamento al acuerdo sobre el brexit y a sus alternativas, para luego buscar a la desesperada una prórroga de Bruselas, pide dejarlos trabajar y detener el «abuso» al que los somete la prensa. «Tenemos la responsabilidad de tratarlos con dignidad. Y ellos la de no profundizar en las divisiones». En efecto, el brexit «ha expuesto y creado muchas divisiones profundas en la sociedad». Y la política refleja esto.
El portavoz político de los obispos no es ajeno a las otras consecuencias negativas del brexit. «Los crímenes de odio (no solo violencia, sino insultos racistas, graffitis…) siguen más altos que antes del referéndum, algo extremadamente preocupante». A la Iglesia también le inquieta el futuro de los 3,7 millones de ciudadanos europeos, la mayoría católicos, que viven en el Reino Unido y «sienten que es profundamente injusto que ahora se les exija solicitar permiso para quedarse».
Pero en medio de tantos retos, la Iglesia ha optado por no asumir una postura oficial y por ponerse manos a la obra para que la salida de la UE sea lo menos traumática posible. «Necesitamos –aconseja Allmark– apartarnos de los debates sobre conceptos políticos o ideologías abstractas y volver a mirar a lo que significará para la gente. Cuestiones como la frontera irlandesa, la libre circulación de personas o el traslado de compañías al extranjero afectan a millones de individuos».
Dentro de este empeño, por ejemplo, la Conferencia Episcopal ha creado una oficina para asesorar a los ciudadanos europeos. Rechazó con firmeza las propuestas de cobrar por los trámites para que los ciudadanos europeos solicitaran la residencia, y finalmente el Gobierno ha decidido que sean gratuitos. Además, en contacto con la Comisión Europea, muchas diócesis están organizando sesiones informativas para combatir la desinformación que existe.
Los desafíos permanecerán
En las cuestiones de fondo, «no es probable que las divisiones desaparezcan pronto. La Iglesia tiene un papel que jugar en ayudar a repararlas». Desde el principio ha animado a los fieles a dar un paso al frente contra los crímenes de odio y ha denunciado «la deshumanización y la intolerancia en la retórica pública, que echa leña al fuego». Una tarea en la que –opina– «la unión de personas de distintas comunidades religiosas para plantar cara a la intolerancia es una buena base sobre la que construir».
Igual que sobre el brexit en sí, la Iglesia tampoco apuesta por ninguno de los posibles escenarios de relación con la UE que quedan por definir después. Sí ofrece principios generales, como la necesidad de preservar «lazos fuertes y una estrecha cooperación. Muchos de los grandes desafíos a los que nos enfrentamos, como el apoyo a los refugiados o la protección del medio ambiente, la necesitarán», concluye Liam Allmar.