Las conferencias inéditas de Lejeune muestran, a los 25 años de su muerte, que «era un visionario»
En el 25º aniversario de la muerte del científico que descubrió la causa del síndrome de Down, la fundación que lleva su nombre publica un libro con nueve conferencias inéditas. A caballo entre la ciencia, la filosofía y la teología, «en todo quería manifestar siempre la grandeza de la creación»
«A priori reemplazar un gen defectuoso sería muy deseable (…). El interés de estas manipulaciones es evidente». Estas palabras no se pronunciaron hace pocos años sobre las posibilidades que ofrecen las técnicas de edición genética utilizando secuencias CRISPR. Las dijo hace más de 40 años, en concreto en 1977, el científico francés Jérôme Lejeune, en una conferencia titulada El aprendiz de brujo.
Esta intervención es una de las nueve que se recogen en el libro En el comienzo, la vida (BAC), que la fundación Jérôme Lejeune presenta este miércoles en España con motivo del 25º aniversario de la muerte del primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida.
Para Elena Postigo, secretaria académica de la Cátedra de Bioética de esta fundación, estas palabras sobre la edición genética son un ejemplo de que Lejeune, además de uno de los grandes personajes de la investigación genética de su tiempo, «era un visionario que intuía por dónde podían ir las cosas. Y hablaba de la necesidad de avanzar con muchísima prudencia».
De la fama al ostracismo
Lejeune, que en 1958 había descubierto que la causa del síndrome de Down era la trisomía del par cromosómico 21, era dolorosamente consciente de cómo la ciencia puede ser un arma de doble filo. «Al descubrirlo, se le rindieron todos los honores en el mundo de la ciencia –recuerda Postigo–. Pero cuando se empezó a debatir en Francia la legalización del aborto, se dio cuenta de cómo su descubrimiento se podía usar para detectar y acabar con los niños con trisomía».
Cuando alzó su voz para impedirlo, «el mundo de la ciencia le empezó a dar de lado» y a retirarle los fondos para que continuara con sus investigaciones. Al mismo tiempo, se convirtió en un personaje de referencia para el ámbito provida y católico. «La Iglesia lo llamó para formar parte de la Pontificia Academia para las Ciencias. Juan Pablo II y él se hicieron muy amigos, hasta el punto de que el Papa llegó a decir que Lejeune era la persona más inteligente que había conocido. A través de esta relación, Juan Pablo II vio la necesidad de crear una academia específicamente para defender la vida humana, y nombró a Lejeune su primer presidente», poco antes de su muerte en 1994.
Una Misa y dos libros
En las bodas de plata de su muerte, la fundación que lleva su nombre quiere rendirle homenaje con la publicación en español de Al comienzo, la vida, que se presenta este miércoles a las 19:00 horas en el auditorio de la Fundación Cofares, en Madrid (Santa Engracia, nº 31). A las 20:30 horas, la parroquia de Santa Elena (Orfila, 1) acogerá una Eucaristía por su alma concelebrada por monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, y monseñor Mario Iceta, obispo de Bilbao.
También coincidiendo con el 25º aniversario de su muerte, la Fundación Jérôme Lejeune publica ahora en Francia la biografía Jérôme Lejeuen, la libertad del sabio. «Va a ser la biografía de referencia sobre él –adelanta la secretaria académica de la Cátedra de Bioética homóloga–. La autora, Aude Dugast, es la postuladora de su causa de beatificación y recoge mucho material inédito. Probablemente la traduciremos al español», anuncia.
«En todo mostraba la grandeza de la creación»
Las conferencias recogidas en Al comienzo, la vida están traducidas de los textos que él mismo preparó, o transcritas de intervenciones menos elaboradas. Tratan sobre temas muy diversos, como el monogenismo (la doctrina según la cual todas las razas humanas descienden de un tipo primitivo único), el concepto de especie, la manipulación genética, la relación de la genética con el espíritu, o la muerte y la eutanasia.
En todas ellas –añade Postigo– se conjuga además lo científico y lo filosófico, bioético e incluso teológico. Y, aunque abarcan un período de tiempo bastante amplio (1968-1992), en el que pasó a ser un científico de prestigio al ostracismo casi total, «no se percibe en las conferencias ningún tono de desdén. Pocos le oyeron nada negativo respecto al mundo científico de su época. Eso sí, se detecta una evolución como estudioso. Al poder dedicar menos tiempo a la investigación científica, empezó a leer mucha teología y filosofía, y en las últimas conferencias hay más aportaciones de estos campos».
La secretaria académica subraya además que «no escribía como un científico de renombre, sino que se adaptaba mucho al público». También manifiestan su «gran humanidad y cómo era profundamente creyente. En todo lo que habla, quiere manifestar siempre la grandeza de la creación».