Las aguas políticas bajan revueltas. La equivocación es pensar que la política, que tiene una vocación de acaparar todos los ámbitos de la vida, va a solucionar todos los problemas de la existencia. Cada vez necesitamos más distinguir entre lo político y la política, es decir, entre lo que hay detrás de lo que hacen los políticos, las ideas que dan sentido a sus decisiones y acciones, y lo que llevan a cabo a partir de los programas. Y cada vez necesitamos más convencernos de que la clave de la política no está en la tecnocracia, ni en la comunicación, sino en la comprensión adecuada de cuáles son los fines y cuáles los medios para una vida lograda en común.
Pongamos un ejemplo tomado de este interesante libro sobre las ideas políticas de la familia liberal y de otras familias. A partir de la página 53, el autor hace un estudio de lo que un pensador alemán, Eric Vögelin –por cierto, citado por J. Ratzinger en las páginas primeras de su estudio sobre la teología de la Historia en san Buenaventura–, dice sobre los nuevos movimientos gnósticos. Sabemos que el gnosticismo fue una herejía cristiana de los primeros siglos, pero ¿existen ahora movimientos gnósticos en política? Señala E. Vögelin algunas de sus características: surgen de grupos intelectuales minoritarios y alimentan una conciencia crítica del presente; se basan en la idea de que es posible cambiar el estado actual de las cosas en un proceso histórico; expresan un odio hacia el presente y sus protagonistas; vienen avalados por discursos antiglobalistas; proponen un profetismo que está basado en el culto a la ciencia y a la tecnología, elemento éste que utilizan con pericia en su dimensión social… ¿Les suena?
Carlo Gambescia es un sociólogo italiano prolífico en libros sobre pensamiento político de corte liberal y apasionado bloguero. De la mano del profesor Jerónimo Molina Cano, quien escribe un interesante prólogo a este libro, nos encontramos con uno de los últimos y más brillantes trabajos de Gambescia. La tristeza a la que hace referencia en el título de libro no es una crítica adjetiva al liberalismo; es una melancolía del deseo de orden, es decir, del sosiego que produce una adecuada antropología. Pero el grueso del libro radica no sólo en ofrecer un panorama de las múltiples formas que adquiere el liberalismo, según los autores, sino de, a partir de una correcta definición de las características comunes a la amplia familia liberal, ofrecer los criterios de viabilidad política y social de esta forma de entender lo político y la política. Hay que agradecer al autor la clasificación que propone de formas de liberalismo y su intento pedagógico de explicar la doctrina de una ingente lista de autores, entre los que destacamos aleatoriamente, entre otros, en un orden, Hobbes, Montesquieu, Tocqueville; y en otro, Freund, Hayek, el primer Nozick, Burke, Pareto, Mosca, Weber, Ferrero, Croce, Ortega y Gasset, De Jouvenel, Röpke, Aron y Berlin.
Carlo Gambescia
Ediciones Encuentro