Las Carboneras, uno de los pocos conventos del siglo XVII que se conservan
En el centro de Madrid, a espaldas de la plaza de la Villa, encontramos uno de los pocos conventos del siglo XVII que se conservan. En la plaza del Conde de Miranda y esquina a la calle del Codo, el tiempo parece detenerse y encontramos un remanso de paz, que se hace plenamente realidad cuando entramos en la capilla del convento de la monjas jerónimas, conocido como Las Carboneras. Esta denominación se debe al sentir del Madrid castizo: según la tradición, la vida del convento cambió cuando unos niños encontraron en unas carboneras un cuadro de la Virgen, que fue trasladado al cercano convento y puesto para su veneración.
En 1607, doña Beatriz Rodríguez de Haro, dama de la reina Ana de Austria y descendiente de doña Beatriz Galindo, la dama de la reina Isabel la Católica, mandó construir este convento, donde ingresaron su hija, su nieta e incluso ella misma, entregándoselo a las Jerónimas del Corpus Christi. Todo el edificio es una construcción sobria de la época, que conserva su estructura original, resaltando a los pies de la nave el doble coro de clausura. En el coro alto siempre se encontrará a una religiosa en adoración continua al Santísimo, expuesto en el altar a lo largo de la jornada y ante el que pasan cantidad de madrileños que entran en el templo a pedir al Señor su ayuda en el día a día.
El retablo del altar mayor es obra de Víctor Morales y alberga en el centro la obra principal que es el lienzo que representa la Última Cena, obra de Vicente Carducho. Nada más entrar de frente encontramos el lienzo con la Inmaculada, llamado de las Carboneras, y a los lados del altar mayor están san Jerónimo y santa Paula. En tiempo de Navidad no podemos dejar de ver un misterio con figuras del siglo XVII, al que acompañan los tres Reyes Magos precedidos por un ángel que porta la estrella.
Desde siempre las religiosas, para colaborar con su mantenimiento, realizaban las obleas para las hostias, acudiendo muchas parroquias a adquirirlas. Hoy en día tienen obrador de dulces, de gran fama en Madrid por su calidad, siendo muy normal ver en el puerta del convento el cartel de «No hay dulces hasta el lunes».
Es este convento monasterio en el centro de Madrid un remanso de paz, donde cualquier persona puede unirse desde Madrid con el Cielo.