Las 1.000 almas rescatadas de la muerte
El buque Cantabria patrulla las aguas del Mediterráneo para rescatar a los inmigrantes que tratan de llegar a Europa y, sobre todo, detener a los traficantes de seres humanos. El Papa Francisco les ha dado recientemente las gracias por su labor
El mar Mediterráneo se ha convertido en un gran cementerio. Solo en 2017 han muerto en él 2.726 personas, lo que supone casi la mitad de las víctimas migrantes de todo el mundo según la Organización Internacional para las Migraciones. La lista sería más abultada de no ser, entre otros, por el buque de aprovisionamiento de combate (BAC) Cantabria, de la Armada española, que desde el 31 de agosto ha salvado a un millar de personas del mar. «Esto es solo una parte de las 50.000 personas rescatadas por el conjunto de unidades navales que, como el Cantabria, participan en la Operación Sophia de la Unión Europea desde el verano de 2015», explica a Alfa y Omega José María Fernández de la Puente Millán, comandante del buque Cantabria.
Acabar con el tráfico de personas
El objetivo no es solo salvar migrantes sino, fundamentalmente, «desbaratar el modelo de negocio de los traficantes de personas en el Mediterráneo central y, en concreto, desde Libia con destino a Europa», añade el comandante, cuya embarcación ostenta el cargo de buque de mando de la misión europea. Para lograrlo, el Cantabria patrulla frente a las costas libias, que es donde actúan principalmente las redes mafiosas. Por un lado, «vigilamos la existencia de barcas de inmigrantes en peligro a las que rescatar» y, por otro, «estamos alerta por si van acompañados de los presuntos traficantes», que suelen seguir a sus clientes para recuperar, y así poder reutilizar, la embarcación abandonada a la deriva una vez que sus ocupantes han sido rescatados. «Ahí, justo en el momento en el que salen de las aguas territoriales libias que, por motivos de legalidad internacional, no podemos franquear, es cuando entramos en acción para intentar cogerlos».
Tras el rescate o la detención, los inmigrantes o los presuntos traficantes son trasladados «a Italia, nunca a otros estados y, aún menos, devueltos a Libia», explica el comandante. Sin embargo, «es difícil acabar con las mafias combatiéndolas únicamente desde la mar». Para terminar con los traficantes «es imprescindible que Libia alcance la estabilidad política necesaria que permita su reconstrucción como Estado, y que así sea capaz de combatir ella misma a las redes que operan en su territorio». Por ello, es «fundamental» que la comunidad internacional «apoye a Libia a lograr dicho objetivo».
Al mar, parapléjico
Mientras tanto, del país africano siguen saliendo inmigrantes al mar. Hay quien se lanza a las traicioneras aguas del Mediterráneo sin saber nadar o, incluso, sin poder hacerlo. «En uno de los rescates —cuenta Fernández de la Puente—, tuvimos que subir a un inmigrante en camilla porque tenía heridas en las piernas y no podía andar. Creíamos que era momentáneo. Se le atendió médicamente, pero no reaccionaba. No se levantaba ni a comer. Nos dimos cuenta de que era paralítico. Durante su periodo de esclavitud sufrió diferentes castigos físicos que le provocaron la parálisis y, aun así, decidió echarse al mar, donde hubiese muerto seguro en caso de naufragio por no poder nadar».
El buque Cantabria se dedica a luchar contra los traficantes y a rescatar inmigrantes. Pero, «lamentablemente, el Mediterráneo es muy grande y no siempre podemos llegar a tiempo a todos los salvamentos», explica su comandante, José María Fernández de la Puente. En esos momentos, en los que la dotación tiene que hacer frente a situaciones trágicas, se mezclan sentimientos encontrados. «A la satisfacción de haber salvado vidas unimos la tristeza de no haber podido hacer más». Todas estas experiencias «se van acumulando sobre la tripulación del Cantabria». Por eso, «para alentar y reforzar el ánimo de todos los que participamos en esta dura tarea», el comandante quiso que los miembros del buque participaran en la audiencia general del Papa del 15 de noviembre. Tras su celebración, Francisco saludó públicamente «a la tripulación del buque Cantabria, que presta su servicio en el Mediterráneo a favor de los inmigrantes. Gracias, gracias por lo que hacen. Muchas gracias». En aquel momento, Fernández de la Puente se sintió «como el alumno que tiene la oportunidad de asistir y atender en vivo a una lección magistral de la máxima autoridad en la materia», confiesa a Alfa y Omega. Pero el Santo Padre no se conformó solo con el saludo público. Posteriormente, se acercó a estrechar la mano de los militares. «Las cosas que habrán visto ustedes cuando no pudieron llegar a tiempo…», les dijo Bergoglio. El comandante pidió entonces al Pontífice que rezara —como él mismo hace— por las víctimas de los naufragios. «Y por ustedes —respondió el Papa—. No se imaginan el modelo que son para los corazones cerrados que no quieren recibir [inmigrantes], o que los esclavizan en la otra orilla. Que Dios los bendiga. Se están ganando el cielo».