Hay cosas que, como sostiene la publicidad, no te cambian la vida pero te cambian el día. La vuelta al mundo en 80 días, la serie que acaba de estrenar Movistar +, es una de ellas. Como si del juego translingüístico que popularizara Cortázar se tratara, la serie le da una vuelta de tuerca al clásico de Julio Verne para proponer, sin demasiadas estridencias, un entretenido pasatiempo familiar. De momento van a dos entregas por semana y habrá que esperar a ver la primera temporada completa (ocho episodios de algo menos de una hora de duración cada uno), pero, en principio, da lo que promete, no mucho más, aunque hayan firmado para estirar el chicle con una segunda temporada.
La historia es conocida, así que la sorpresa –aventuras aparte– gira en torno a la construcción dramática de los tres personajes principales: Fog, Fix y Passepartout, cuyos viajes interiores son tan interesantes como los recorridos geográficos por los que transitan.
En toda historia decimonónica que se precie (¡y en cuál no!) hay que dejar alguna huella anticlerical para pasar el filtro de la corrección política y una sutil lección de empoderamiento femenino, pero, tal y como están las cosas, con que no sean groseras ni nos arruinen la historia, nos damos por satisfechos.
Quienes hayan disfrutado de la serie Sherlock van a reconocer aquí música, montaje y ritmo similares. Adaptada por Ashely Pharoah y dirigida por Steve Barron, los más pequeños irán reconociendo banderas y lugares, con la emoción que siempre nos brinda una buena carrera contrarreloj, y los más talluditos entraremos en el juego de la pura evasión, sin poder evitar el recuerdo de las noches de infancia, lectura y linterna en la cama, y aquella inolvidable sintonía de Mocedades para la serie de dibujos animados, estrenada en 1983, y en la que no parábamos de cantar: «Son 80 días son, 80 nada más…».