La voz del Magisterio
Hoy como ayer, Cristo nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos. Con su amor, atrae hacia Sí a los hombres de cada generación: convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Hoy es necesario un compromiso más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Los creyentes —dice san Agustín— «se fortalecen creyendo». Él tenía buenos motivos para expresarse así. Su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios. La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad, para poseer la certeza sobre la propia vida, que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta como más grande porque tiene su origen en Dios. (…) No podemos olvidar que muchos en nuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico preámbulo de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre lleva inscrita la exigencia de lo que vale y permanece siempre. Esta exigencia es una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
Carta apostólica Porta fidei, 7.10 (2011)