La Virgen india, que pidió mantequilla y leche para su Niño, es «la Madre de todos»
El Vaticano reconoce los frutos espirituales de Nuestra Señora de la Salud, en Vailankanni. Niega que la presencia de fieles no cristianos en el santuario sea «sincretismo»
Allá por el siglo XVI, un niño del pueblo de Vailankanni se apresuraba para vender leche a otro vecino del pueblo. Por el camino, frente a un lago, se vio sorprendido por una mujer que le pidió un poco de leche para su bebé. El niño no tuvo dudas y enseguida le ofreció la leche a aquella señora que se lo agradeció con una dulce sonrisa. El pequeño se marchó con menos leche, pero complacido. Cuando llegó a su destino, comprobó que en su cántaro tenía incluso más leche que cuando salió de su casa. El muchacho contó esta historia a ese vecino. El hombre, a su vez, también vio a aquella señora reflejada en el lago.
Unos años después, otro niño cojo de nacimiento y que vendía mantequilla debajo de un árbol, se encontró con aquella señora. Esta vez, ella le pidió un poco de mantequilla para su bebé. El niño se la entregó y la señora le pidió un favor. Le dijo que fuera a casa de un cristiano rico para que le construyera una capilla en ese lugar. El pequeño se dio cuenta de que ya no cojeaba. Ese hombre rico también vio a la Virgen, quien también le había ya pedido que construyera esa capilla.
El templo primero fue una cabaña a la que no dejaban de acudir peregrinos. Así, en el siglo XVII, los tripulantes de un barco portugués a punto de naufragar pidieron auxilio a María. Le prometieron construir un santuario en su honor allá donde pisaran tierra. Un 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de María, arribaron sanos y salvos hasta Vailankanni y allí transformaron aquella cabaña en un santuario hecho en piedra. Desde 1962, el santuario tiene el título de basílica.
Esta es la historia de las apariciones en Nuestra Señora de la Salud de Vailankanni, un santuario indio al que cada año peregrinan unos 20 millones de personas de los que la mitad no son cristianos.
El Vaticano se ha pronunciado sobre esta experiencia a través de una carta del prefecto para el Dicasterio de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, en la que expresa el aprecio del Papa por el que define como «un lugar de fe».
«Al Santo Padre le importa mucho la piedad popular de los fieles peregrinos, porque refleja la belleza de la Iglesia en salida que busca a Jesús en los brazos de María y confía su dolor y su esperanza al corazón de Su Madre», escribe el purpurado en esta misiva dirigida al santuario, que el 28 de agosto comienza su fiesta grande en honor a la Virgen.
«María sigue actuando en este lugar», reza esta carta de Vaticano, entre peregrinos cristianos y no cristianos. Por eso, el cardenal Fernández asegura que «sin duda, el Espíritu Santo actúa también en ellos, respondiendo a la intercesión de María».
«Esto no debe considerarse como una forma de sincretismo o mezcla de religiones. El Santuario es un lugar donde se manifiesta la cercanía de María, que acoge a todos y demuestra el amor del Señor a quienes la contemplan. A quienes no pueden recibir los sacramentos de la Iglesia católica no se les niega el consuelo de la Madre de Jesús», concluye Doctrina de la Fe sobre este importante santuario indio.