La Virgen de las parturientas luce nuevo rostro
Seis meses de «biorrestauración» han devuelto su belleza original a la Madonna del Parto de la basílica romana de San Agustín
En torno a esta escultura siempre se habían multiplicado las notas de agradecimiento, los exvotos y las fotografías de bebés, ecografías o de madres en su última etapa de embarazo. La Madonna del Parto de la basílica de San Agustín en Roma es, desde hace siglos, la meta de muchas mujeres que se encomiendan a ella para que les ayude a ser madres.
Una antigua devoción
Sin embargo, el tiempo había hecho mella en esta escultura, una obra maestra del Renacimiento italiano esculpida por el florentino Jacopo Sansovino, quien la creó a partir de un solo bloque de mármol de Carrara. Fue encargada en 1516 por la familia Martelli y terminada en 1521. Hay muy pocas obras que hayan suscitado tanta devoción desde tan temprano como esta delicada figura de la Virgen con el Niño. Por eso, en 1822, el Papa Pío VII instituyó el culto concediendo la indulgencia a quienes besaran los pies de la Virgen y rezaran después un Avemaría. El peregrinaje a la Madonna del Parto era tan popular que, a principios del siglo XX, fue necesario sustituir el pie izquierdo de la escultura por el desgaste. La Madonna había sufrido los estragos del paso del tiempo y de la costumbre de colocar velas entorno a ella o de tocarla incluso con aceites perfumados en señal de agradecimiento por los favores concedidos. Aquellas prácticas devocionales realizadas a lo largo de los siglos, especialmente desde el siglo XIX, habían oscurecido su blancura.
Biorrestauración y láser
Para su restauración, que ha durado 6 meses, se ha utilizado un innovador sistema llamado «biorrestauración». Los expertos emplearon agentes de limpieza de origen biológico, es decir, unas bacterias cultivadas en laboratorio que se dedicaron a «comer» las sustancias que han estropeado el mármol. Una vez retirada la suciedad, se eliminaron las bacterias y la limpieza se completó con el uso de láser. Así, la restauración fue menos invasiva y más ecológica.
La Virgen del Parto es solo uno de los tesoros que conserva la basílica de San Agustín. Su altar mayor fue diseñado por Bernini y cuenta con un cuadro de Caravaggio. Además, alberga un crucifijo de madera ante el que, según la tradición, rezaba san Felipe Neri. Y, sobre todo, en esta basílica de San Agustín además está enterrada Santa Mónica, la madre del santo del que toma su nombre.