La Virgen de la Paloma vuelve a la calle
Una imagen de azulejos de cerámica de la Virgen de la Paloma rememora el lugar en el que comenzó la devoción a la conocida como patrona popular de Madrid
La devoción a la Virgen de la Paloma comenzó en la calle, y allí volverá ahora, más de dos siglos después, gracias al mosaico con su imagen que se colocará para la veneración de todos los madrileños. El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, lo bendecirá el próximo lunes, 31 de mayo. Situado en la fachada que hay entre la parroquia Virgen de la Paloma y el colegio La Salle, dará respuesta a la inquietud que siempre tuvo el actual párroco, Gabriel Benedicto, de «recuperar la calle como lugar de oración y devoción; es una zona peatonal que da a una plaza, los niños entran y salen del colegio… Es un sitio bueno para rezar».
El mural, de 60 por 75 centímetros, ha sido realizado en el taller Cerámica Artística San Ginés, de Talavera de la Reina, con greca renacentista en color azul. Fue encargado el pasado mes de enero por la Congregación de la Santísima Virgen de la Paloma, cuyos integrantes han sufragado los gastos, y es una reproducción fiel de la imagen del lienzo situado en el interior del templo. Está realizada en azulejos de cerámica pintados a mano.
El acto de bendición de la imagen estará precedido de una Eucaristía celebrada por el cardenal Osoro, a las 19:00 horas. Será la primera visita que realiza el arzobispo a la parroquia tras la explosión de gas que afectó al edificio parroquial en enero pasado, y que ocasionó cuatro fallecidos –entre ellos, uno de los sacerdotes y un feligrés–. En palabras de Benedicto, este encuentro supone «un consuelo y una gracia para la parroquia; una visita como pastor que estará cerca de sus ovejas». El acto incluirá una oración por las víctimas y un homenaje musical a la Virgen a cargo de la cantante y compositora Mari Pepa de Chamberí.
Rosarios vecinales al atardecer
El sitio destinado al mosaico está frente al lugar en el que se encontraba la casa de Isabel Tintero, donde se inició la devoción popular a esta imagen. Era 1787, en una calle que se llamaba de la Paloma porque cien años antes, durante una procesión de la Virgen de las Maravillas, los vecinos se asombraron al ver a una paloma revoloteando de continuo sobre la Virgen. Unos niños jugaban con los muebles viejos y maderas que había en uno de los corrales. Tintero, tía de uno de los pequeños, los vio con un lienzo de una Soledad entre las manos. Una imagen de la Virgen, de origen desconocido, que la mujer se quedó a cambio de unas monedas para los chavales.
Mujer profundamente cristiana –en el barrio era conocida como la beata–, limpió el lienzo y lo colocó primero en el zaguán de su casa, y después en una estancia que daba a la calle. Cuál fue la sorpresa del párroco de san Andrés, territorio al que pertenecía la vivienda, cuando tan solo tres años después percibió a su barrio totalmente cambiado. Las gentes habían pasado de una «vida libertina», como él mismo dejó escrito, a una religiosa: habían cogido por costumbre arremolinarse por las tardes ante la casa de su vecina para rezar el rosario a la Virgen, a la que ya conocían como la de la Paloma por el nombre de la calle en la que estaba. También se atribuían ya por aquel entonces milagros, favores y curaciones a su intercesión.
Así las cosas, el párroco decidió construir una capilla en la calle, en 1796, que es el origen de la parroquia actual. El lienzo original rescatado de los escombros es el que preside el presbiterio, y a sus pies reposan los restos de Isabel Tintero. Fueron trasladados allí en 1996 cumpliendo un deseo que había expresado en vida, pero que su marido, Diego Charco, cochero real, no respetó. Natural de Móstoles y de buena familia, la mujer vivió en la calle de la Paloma desde que se casó hasta su muerte. El matrimonio no tuvo hijos pero sí muchos disgustos por la mala vida que Charco dio a su esposa, a la que decidió sepultar en el cementerio de San Isidro. Los testigos aseguran, después de las gestiones para el traslado de sus restos a la Paloma, que el cuerpo de Isabel Tintero estaba momificado y que en él aún se podían ver las zapatillas de esparto con las que fue enterrada y los botones de nácar de su blusa.