La vida monástica también se apunta al Sínodo
Las monjas del Monasterio de Santa María de Carbajal, en León, han hecho grupo con laicos
Cuando la invitación a participar en el Sínodo llegó al monasterio de Santa María de Carbajal, en León, las monjas benedictinas que lo habitan decidieron montar un grupo. Con la particularidad de que no estaría formado solo por religiosas. Querían abrirlo a su entorno. Son monjas de oración, pero también de relación: tienen un albergue y practican el diálogo interreligioso. Así que tantearon a personas cercanas al monasterio y sumaron nueve laicos a las 14 monjas. El perfil es de todo tipo: una joven de 22 años, mayores de 70, solteros, casados, de diferentes profesiones y procedencias.
«Seguimos el esquema planteado con tres sesiones de trabajo. Surgió un diálogo muy interesante. Hablamos mucho. Fue un intercambio de conocimiento, de respeto, de poder compartir cuestiones de las que nunca hemos hablado», reconoce en conversación con Alfa y Omega Ernestina Álvarez, la madre abadesa de esta comunidad monástica, que este domingo celebra la Jornada Pro Orantibus junto con toda la Iglesia en España.
Los temas que surgieron en la conversación son recurrentes y se parecen a los de otros grupos: una visión negativa de la jerarquía, la poca valoración de la mujer en las comunidades o las dificultades para que los jóvenes vengan a la Iglesia y permanezcan. También salió la necesidad de renovar las celebraciones, «muy apagadas y desconectadas de la realidad» y con «homilías largas y pesadas».
La religiosa benedictina reconoce que durante las reuniones se ha podido hablar con libertad, y que este proceso también ha supuesto un cambio significativo para la propia comunidad monástica. «Tenemos monjas bastante mayores que nunca habían vivido esto. Y ahora ven los beneficios de la apertura, de la relación», reconoce Ernestina Álvarez.
Hay todavía miedo a que los laicos entren en la vida del monasterio, a no saber qué decir… En este sentido, concluye, «han comprobado que no pierden nada en el contacto con los laicos y que se han enriquecido».
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, organizadora de esta Jornada, destacan los pilares básicos de la vida contemplativa, es decir, la escucha, la conversión, la comunión. Aquellos que lo han dejado todo para contemplar al Señor se convierten en testigos de la Luz y pueden ofrecer al pueblo de Dios su «misteriosa fecundidad» en clave de crecimiento sinodal.
Además, miran con agradecimiento y con esperanza a los hermanos y hermanas contemplativos, pidiendo que el Señor los guarde y los haga brillar entre nosotros. Y destacan que ellos, con su testimonio, empujan a toda la Iglesia a ensanchar el espacio de su tienda y a salir en peregrinación.