La vida de Dios en nosotros - Alfa y Omega

La vida de Dios en nosotros

Jueves de la 3ª semana de Pascua / Juan 6, 44-51

Carlos Pérez Laporta
Salvador Eucarístico. Mosaico en la catedral de Altoona (Estados Unidos). Foto: Lawrence OP.

Evangelio: Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí.

No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del

cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Comentario

Estamos acostumbrados a escuchar de Jesús que para ir al Padre tenemos que pasar por Él; que solo escuchando a Jesús iremos a Dios Padre. Pero aquí Jesús habla de la dirección opuesta: «Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí». Es imposible escuchar al Padre y no volver al Hijo. Porque el Padre es sobre todo amor paternal por su Hijo. Conocer al Padre es conocer al Amor personal y paternal de Dios por su Hijo. Por eso, quien realmente se acerca a Dios Padre se aproxima también a Dios Hijo.

El cristiano, a diferencia de otras religiones, no se contenta con la relación con el Dios trascendente. Al cristiano que realmente vive de Dios no le basta con creer que existe un Dios más allá del mundo. Necesita tener a Dios en sí. El cristiano que conoce a Dios tiene siempre hambre de Cristo. Necesita aquí y ahora vivir la vida de Dios.

Por eso, conocer a Dios provoca hambre de Cristo: «Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». El pan de la Eucaristía es la carne de Cristo, entregada por la vida del mundo, para que el mundo pueda tener la vida eterna de Dios. La Eucaristía es la vida de Dios en nosotros, aquí y ahora, saciando nuestra hambre de Dios en nuestro mismo cuerpo mortal. La Eucaristía es Dios con y en nosotros.