La vacuna, también para los más pobres - Alfa y Omega

La vacuna, también para los más pobres

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa Francisco dirige su mensaje, a través de videoconferencia, a la Asamblea General de la ONU, el pasado 25 de septiembre
El Papa Francisco dirige su mensaje, a través de videoconferencia, a la Asamblea General de la ONU, el pasado 25 de septiembre. Foto: Reuters / Naciones Unidas.

Los países con sistemas de salud débiles observan de refilón la frenética carrera científica para dar con la vacuna que logre extirpar la emergencia sanitaria que azota el planeta. No quieren quedarse al margen de sus beneficios. Su voz ha encontrado un vigoroso aliado: el Papa. «Si hay que privilegiar a alguien, que ese sea el más pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado por no tener poder ni recursos económicos», reseñó sin ambages ante la edición más virtual de la Asamblea General de Naciones Unidas. El Pontífice hizo una defensa frontal de la salud pública y manifestó que «la solidaridad no puede ser una palabra o una promesa vacía».

En su discurso, por videoconferencia, llamó al organismo internacional que cumple 75 años a convertirse en un «taller de paz» que lleve de la mano a los países hasta un nuevo sistema económico y social que expulse para siempre la «cultura del descarte», que es «un atentado contra la humanidad». Con toda claridad, expuso lo que lleva diciendo desde que comenzó la pandemia: «De una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores». Y recordó que se debe elegir entre uno de los dos caminos posibles: «el fortalecimiento del multilateralismo, expresión de una renovada corresponsabilidad mundial» y de «la unidad de la familia humana», o «el nacionalismo, proteccionismo, individualismo y aislamiento, dejando fuera los más pobres, los más vulnerables».

Por ello reclamó más esfuerzos para «terminar con las injusticias económicas», que pasan tanto por el alivio de la deuda de los países en vías de desarrollo, como por el cierre definitivo de los paraísos fiscales, así como por la defensa del bien común «sobre los intereses de las empresas y multinacionales más poderosas».

De nuevo, contra las armas

El Santo Padre echó en cara a la comunidad internacional su escasa capacidad para «cumplir sus promesas» en vista de los exiguos resultados del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, e instó a la ONU a evitar «toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias». En su alocución, mostró dolor al constatar «cuántos derechos fundamentales continúan siendo violados con impunidad», y puso énfasis en la libertad religiosa que es golpeada en muchas zonas del mundo. También arremetió contra «la carrera armamentística», que incluye las armas nucleares, y continúa «desperdiciando recursos preciosos» que sería mejor utilizar en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para proteger al medio ambiente natural.

Finalmente, clamó para «desmantelar las lógicas perversas que atribuyen a la posesión de armas la seguridad personal y social», porque «solo sirven para incrementar las ganancias de la industria bélica».