La vacuna para el COVID-19 que se probará en España se ha investigado con células derivadas del aborto
La Agencia Española de Medicamentos ha aprobado un ensayo clínico en España para la vacuna que desarrolla la empresa Janssen, de la multinacional Johnson & Johnson, investigada con líneas celulares derivadas de otras obtenidas de un feto abortado. La Iglesia considera lícito con matices este uso, pero reclama que se desarrollen alternativas éticas
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha anunciado este viernes en rueda de prensa en el Palacio de la Moncloa que la Agencia Española de Medicamentos ha aprobado esta misma mañana los permisos para que la multinacional Johnson & Jonhson realice en España un ensayo clínico con 190 personas para su vacuna frente al coronavirus. Se trata de la vacuna Ad26Cov2S, que está desarrollando la empresa Janssen, vinculada a este grupo.
Las pruebas forman parte de la fase 2 del desarrollo de la vacuna y constituyen el primer ensayo de estas características en España. Los voluntarios son personas sanas que se dividirán en dos grupos, de 18 a 55 años y mayores de 65. En el estudio también intervendrán otras 400 personas de Alemania y Países Bajos.
En la primera fase, que se adelantó respecto a las previsiones de la propia Janssen, se realizó un estudio «aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo» en 1.045 adultos sanos de 18 a 55 años y en mayores de más de 65 años de Estados Unidos y Bélgica con el propósito de evaluar «la seguridad, la reactogenicidad (respuesta a la vacunación) y la inmunogenicidad (respuesta inmune) de la vacuna experimental contra el SARS-CoV-2». En esta segunda fase, se concretarán las dosis y cantidades necesarias.
Células de un feto de 18 semanas
La vacuna de Janssen es una de las cinco en cuyo desarrollo se han utilizado líneas celulares procedentes de fetos abortados. En concreto, su funcionamiento se basa en la utilización de un adenovirus recombinante no replicativo para generar una respuesta inmunológica frente a una de las proteínas del coronavirus. Para obtener esta proteína se utilizan líneas celulares humanas, en las que se introducen vectores con los genes que codifican para la proteína de interés. Al expresarse estos genes, se sintetiza la proteína deseada.
El problema es que las células que se utilizan en este caso son de la llamada línea celular PER.C6. A ella pertenecen células derivadas en 1995 a partir de células de la retina de un feto varón de 18 semanas, abortado en 1985 en Holanda. Es decir, la vacuna no contiene las células de fetos abortados, pero células descendientes de estas se han utilizado en su investigación y posiblemente su desarrollo.
La obligación de buscar alternativas
La Iglesia se ha pronunciado en dos ocasiones sobre estos casos. En 2005, respondiendo a una consulta sobre la vacuna de la rubeola, la Pontificia Academia para la Vida calificaba de «moralmente ilícita» la «preparación, distribución y mercantilización» de vacunas, al considerarla una «cooperación pasiva material» a los abortos.
En cuanto a los posibles beneficiarios de la vacuna, subrayaba la «grave responsabilidad» de recurrir a otras alternativas, producidas de forma lícita, y de objetar en conciencia a las que presentan problemas morales. De no existir alternativas, también es una obligación presionar para que se intente obtenerlas. Mientras tanto, es lícito usarlas «para evitar un grave riesgo» para las personas o la sociedad en su conjunto. Esta licitud temporal «no debe interpretarse erróneamente» como aprobación sobre la forma de producción, comercio y uso de las vacunas.
En el caso del COVID-19, aunque aún no hay ninguna vacuna viable (ni ética ni no ética), cabe subrayar que solo en seis de las más de cien vacunas en desarrollo se han utilizado líneas celulares procedentes de fetos abortados. Pero solo uno de los proyectos éticos, el de Moderna / NAID, está en una fase de avanzada de ensayos clínicos.
«Con la conciencia tranquila»
La Pontificia Academia para la Vida, junto con la Conferencia Episcopal Italiana, volvieron a pronunciarse sobre esta cuestión en 2017. Entonces, recordaron que «hoy día no es ya necesario obtener células de nuevos abortos voluntarios» y que las líneas celulares en uso se obtuvieron hace décadas. Concluían que estas características «nos llevan a excluir que existe una cooperación moralmente relevante entre quienes usan estas vacunas hoy en día y la práctica del aborto voluntario», por lo que «pueden usarse con la conciencia tranquila».
Con todo, en una reflexión publicada por el Observatorio de Bioética de esta Universidad Católica de Valencia en junio, se recuerda que, cuando exista esta alternativa, «desde un punto de vista moral, habría que utilizar la que no ha usado para su producción células de fetos de abortos humanos provocados».