«La tristeza es una enfermedad del alma»
El Papa continúa su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes alertando de que «ciertas tristezas prolongadas no son propias de la vida en el Espíritu»
«La tristeza es el abatimiento del alma, una aflicción constante que impide a ser humano experimentar la alegría», ha dicho el Papa Francisco este miércoles durante la audiencia general, en una catequesis en la que ha continuado su ciclo sobre los vicios y las virtudes.
El Santo Padre ha aclarado previamente que existe «una tristeza amiga que nos lleva a la salvación, como la del hijo prodigo cuando tocó el pozo de su degeneración, y que le impulsó a recapacitar y volver a la casa paterna». Entendida así, «supone una gracia gemir por los propios pecados y recordar el estado de gracia con la que Dios nos soñó», y por eso es «una tristeza que se transforma en alegría ante Dios, y forma parte del camino de conversión».
Sin embargo, hay un segundo tipo «que hace caer al alma en un abatimiento y que procede del Maligno». Esta es «una enfermedad del alma», que surge «cuando se desvanece un deseo o una esperanza», ha dicho el Santo Padre, que para ilustrar este fenómeno ha mencionado el pasaje de los discípulos de Emaús. Como les sucedía a ellos, «la dinámica de la tristeza puede estar ligada a la experiencia de la pérdida, a deseos defraudados, o también la pérdida de un afecto», ha dicho.
Así, «el desánimo, la debilidad de espíritu, la depresión y la angustia» son comunes a «pruebas que a todos nos generan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos». Cuando esto sucede, «algunas personas se revuelcan en la melancolía, dejando que se gangrene en su corazón. ¡Y hay quien siente un cierto placer en esto!», ha exclamado.
«Es como comer un caramelo amargo, algo así como el placer de un no placer», ha explicado Francisco. De este modo, «ciertas tristezas prolongadas no son propias de la vida en el Espíritu. Amarguras, resentimientos y victimismos no producen en nosotros una vida sana». Se trata en definitiva de «un estado ánimo maligno, un demonio astuto, un gusano del corazón que erosiona y vacía a quien lo alberga».
«Tenemos que ser muy cuidadosos ante la tristeza», ha dicho Francisco, cuyo antídoto «es la alegría de la Resurrección que nos trae Jesús». Ha recomendado también «detenernos y preguntarnos si lo que sentimos en una buena o una mala tristeza», porque esta última nos puede llevar «al egoísmo y al pesimismo, y eso tiene una cura difícil».