«La Transición fue más pacífica gracias a la HOAC»
A finales de los 60, Alfonso Alcaide, un joven tornero mecánico llegó a Sevilla desde Lucena (Córdoba), con apenas 20 años, a buscar trabajo. Allí conoció la Hermandad Obrera de Acción Católica. «Me enganchó el planteamiento, fue un hallazgo tener un proyecto de vida y una explicación tan seria de la fe cristiana, y situarme como actor, no como espectador, en este mundo». En 1977, con solo 29 años, fue elegido presidente nacional hasta 1981. Hoy, ya jubilado, sigue siendo militante.
La HOAC celebra hoy su 70 aniversario. Una Eucaristía a las 19 horas en la basílica de la Milagrosa conmemora su I Semana Nacional, que terminó en el mismo lugar y el mismo día de 1946 con la asistencia de 210 obreros. Habían pasado pocos años desde el final de la Guerra Civil, y «uno de los temas más difíciles para la Iglesia era el del mundo obrero», explica el historiador Juan María Laboa. El Papa Pío XII lo sabía, y en la visita ad limina de ese año pidió a los obispos españoles que se ocuparan de ello. Los obispos encomendaron la creación de la Hermandad Obrera de Acción Católica al siervo de Dios Guillermo Rovirosa, cuya causa de canonización fue enviada en marzo a Roma. Este ingeniero converso soñaba con un apostolado así desde antes de la guerra. Quería fomentar «una espiritualidad seglar con compromiso, no espiritualista o de caridad», en la que los propios obreros creyentes «fueran los apóstoles de los demás» y «participaran en la mejora social», explica Laboa.
Una clave era la formación. Antes de ingresar —recuerda Alcaide—, se hacía una especie de «iniciación cristiana de dos o tres años sobre la fe, la Iglesia y la situación del mundo obrero», a la que se sumaban cursillos complementarios. «Nuestra realidad era muy exigente», y hacía falta «hacer un discernimiento profundo». El otro pilar era que cada militante fuera «presencia encarnada en alguna realidad: el centro de trabajo, el barrio o alguna asociación». Alcaide luchó por mejorar las condiciones de los trabajadores del metal en las empresas pequeñas de Sevilla. «Había que exigir desde lo más elemental»: ropa adecuada, seguridad, descanso, salarios dignos… «Eso era muy importante. Pero lo fundamental era el proceso profundo de concienciación, humanización y evangelización» paralelo.
Auge y crisis
En una década desde su creación, la HOAC cogió mucha fuerza. Su periódico, Tú, alcanzó una tirada de 40.000 ejemplares antes de ser prohibido por el régimen franquista en 1951. Desde mediados de los 50, esta rama de Acción Católica asumió «un compromiso temporal fortísimo —explica Laboa—. Los militantes estaban presentes en las organizaciones obreras clandestinas, y participaron en huelgas como la de la construcción en Barcelona». Tenían «el apoyo de muchísimos sacerdotes y bastantes obispos. La Iglesia fue muy valiente al acompañar este movimiento».
Las autoridades no lo veían así. En 1957, Rovirosa aceptó la petición de los obispos de retirarse para rebajar la tensión, sin éxito. En 1966, los obispos prohibieron el temporalismo en las entidades eclesiales. «Tenían miedo de que comprometiera lo espiritual, y pensaban que había que defender el franquismo» frente al comunismo. «Todos los presidentes y consiliarios dimitieron o los quitaron. Pablo VI dijo que era una equivocación. Acción Católica y la HOAC quedaron prácticamente desmanteladas, y muchos militantes pasaron a movimientos de oposición y solidaridad no católicos», narra el historiador. «En la primera legislatura de la democracia, unos 90 o 100 diputados» habían tenido alguna vinculación» con la HOAC y otros movimientos apostólicos, añade Alcaide.
Una Iglesia por la justicia
Cuando Alcaide ingresó como militante, la Hermandad Obrera intentaba reconstruirse. Se reforzó la formación y se buscó a los antiguos militantes mientras se acogía a los nuevos, aunque no se recuperó la incidencia anterior a la crisis. La Transición y la aplicación del Concilio Vaticano II contribuyeron a que el compromiso social se viera con más normalidad, y los obispos lo asumieron en documentos como La Iglesia y la comunidad política (1973) y otros posteriores, así como con la creación en 1985 de la Subcomisión —hoy Departamento— de Pastoral Obrera.
En su 70 aniversario, la HOAC supera el millar de militantes, además de los simpatizantes, y tiene, según Alcaide, «una cercanía y comunión muy estrecha» con los obispos, desde la que se está planteando la reformulación de la Acción Católica y sus ramas especializadas. Con todo, su legado es mayor. «La HOAC tuvo una importancia enorme en conseguir que muchos alejados vieran en la Iglesia una preocupación por los pobres y la justicia —concluye Laboa—. Estoy convencido de que la Transición fue mucho más pacífica, también para la Iglesia, gracias a la HOAC y otros grupos».