La tradición belenista en Madrid
Cuando llegan estas fechas muchos madrileños decoraran sus casas y el belén ocupa un lugar privilegiado en gran parte de las familias. El origen de esta tradición se remonta, según parece, a san Francisco, quien en 1223 realizaría en una gruta, en la localidad italiana de Greccio, el primer belén viviente. A partir de ahí, y de forma paulatina, se fue extendiendo, realizándose uno en Santa María la Mayor, en Roma, más tarde otro en la iglesia de los jesuitas de Praga y quizá el más significativo en Amalfi (Italia). En Madrid, Felipe V instaló un belén napolitano en el palacio del Buen Retiro que fue visitado por gran parte de los madrileños. Más tarde, su hijo Carlos III dedicará una sala solo para exponerlo.
La idea fue rápidamente reproducida por la corte, nobles y aristócratas, que competirán entre sí para exponer y mostrar el mejor. Este hecho favoreció la aparición de nuevas figuras y la inclusión de pasajes cotidianos: ya no solo se representaba el Misterio, sino que se incluían escenas extraídas del Nápoles del siglo XVIII, y se va añadiendo un cortejo al pasaje de los Reyes Magos. El que actualmente se expone en el Palacio Real surge a partir del belén del príncipe, iniciado por Carlos III como regalo a su hijo Carlos IV. Este año, con motivo del tercer centenario del nacimiento del rey Carlos III, el montaje refleja el ambiente ilustrado de su época.
En Madrid se exponen numerosos belenes de gran tradición y calidad. La Asociación de Belenistas realiza el fabuloso belén que puede contemplarse en la Comunidad de Madrid con más de 500 figuras, pero también es sorprendente el de la iglesia de San Nicolás, el de la iglesia de San Ginés con figuras vestideras de tamaño natural, el quiteño del convento de las Carboneras en clausura y que se contempla a través de la rejería… En la catedral de la Almudena se inauguró la noche 24 de diciembre, y ha sido realizado por don Félix Castedo junto con un equipo de belenistas. Su originalidad radica no solo en los escenarios realizados íntegramente por el equipo, sino que tiene una narración de la Encarnación acompañado con efectos de luz y sonido, con una duración aproximada de cinco minutos. Además, en el presbiterio se instala un Misterio quiteño que habitualmente puede contemplarse en el Museo Catedral.