La soledad no se palía solo con la compañía, sino con la calidad - Alfa y Omega

La soledad no se palía solo con la compañía, sino con la calidad

El cristiano debe hacerse cargo del otro en su totalidad: en sus días tranquilos y en sus noches convulsas

Alfa y Omega

Escuchamos en estos tiempos hablar de la soledad recurrentemente. La de los mayores, muchos de los cuales, tras la pandemia, apenas salen de casa. La de los jóvenes, enfrascados en sus teléfonos móviles. La de los adultos, que, rodeados de gente, se sienten comprendidos y amados a medias. La soledad no se palía siempre —y solo— con la compañía, sino con la calidad. En estas páginas, esta semana hablamos de un plan pastoral dirigido especialmente a los mayores, que busca mucho más que una conversación o una llamada telefónica: busca que participen en la vida de la parroquia, que se involucren en actividades, que visiten a los demás. Que se interesen por las vidas unos de otros. Que se sientan amados. 

Cuenta un capellán de hospital que la mayor parte de los enfermos que se encuentran solos en sus habitaciones son personas mayores. No hay momento de mayor vulnerabilidad que la enfermedad y pasar el trago en soledad es algo que no se le desea ni al peor enemigo. Y eso no se soluciona solo con una visita de una hora cada tarde, aunque algo palía, está claro. Lo mismo sucede una jornada cualquiera en una residencia de ancianos. Decenas de sillas de ruedas aparcadas en las estancias comunes y pocos en los pasillos, empujados por sus hijos o nietos. Cierto es que cuando alguien pasa y les saluda se les ilumina el rostro; con qué poco se conforma el ser humano. Por eso estos planes, estas pastorales, este servicio al hombre, este voluntariado, esta compañía, debe trascender las dos horas a la semana e involucrar las vidas enteras. El cristiano debe hacerse cargo del otro en su totalidad: en sus días tranquilos y en sus noches convulsas. En sus periodos de enfermedad y en las etapas de lucidez. Solo así podremos cumplir con esa doble misión que nos pidió el Señor: amarle a Él sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Porque con nosotros mismos no solo pasamos una hora a la semana.

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