La sinfonía de la Iglesia
La Iglesia presenta su Memoria de Actividades para rendir cuentas y hablar de lo que mueve a tantos a entregar su vida
La Iglesia española presentó la semana pasada su última Memoria Anual de Actividades, correspondiente al ejercicio 2020. Lo hizo no para colgarse ninguna medalla o sacar pecho, sino para rendir cuentas, en un necesario ejercicio de transparencia, y para hablar de lo que mueve a tantos y tantos a entregar su vida a otros.
Entre los datos aparece que más de cuatro millones de personas fueron atendidas en los centros asistenciales y sanitarios de la Iglesia en un año marcado por la pandemia, o que sacerdotes, religiosos y laicos dedicaron más de 41 millones de horas a la actividad pastoral, como el acompañamiento, la catequesis, la formación o las celebraciones. Tras esas cifras, como muestra Alfa y Omega esta semana, hay muchas historias de vida y esperanza que quizá no acaparan grandes titulares, pero que son el verdadero rostro de la Iglesia.
Para hacerlas posible, como recordó el presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Juan José Omella, durante la presentación de la memoria, son claves la oración, la ayuda y la entrega de cada creyente. Lo dijo también con un precioso poema del sacerdote francés Michel Quoist: «Si la nota dijese: “Una nota no hace melodía”… no habría sinfonía. Si la palabra dijese: “Una palabra no puede hacer una página”… no habría libro. […] Si el hombre dijese: “Un gesto de amor no puede salvar a la humanidad”… nunca habría justicia ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres. Como la sinfonía necesita de cada nota, como el libro necesita de cada palabra, […] la humanidad entera necesita de ti».
La Iglesia necesita a cada creyente, a cada sacerdote, religioso y laico para cumplir el mandato del Señor de anunciar el Evangelio a toda la creación con sus obras y palabras. La Iglesia, como se está viviendo en el proceso sinodal, somos cada creyente, cada sacerdote, religioso y laico. Somos Iglesia. Seamos Iglesia.