La santidad es un asunto del matrimonio
Yu Jung-Cheol y Lee Sun-i son los nombres de unos esposos coreanos que testimoniaron la fe hasta el martirio. Junto a otros 122 mártires laicos y un sacerdote, Thomas Choe Yang, fueron asesinados durante las persecuciones anticristianas en aquella península entre 1791 y 1888. Desde el mes de junio pasado, su Causa de canonización es estudiada por la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, después de que la Conferencia Episcopal Coreana concluyera la fase local
Su testimonio fue presentado en Roma, el pasado 19 de noviembre, en el Instituto Pontificio Juan Pablo II para los Estudios sobre Matrimonio y Familia, en el ciclo de conferencias sobre el tema Perfiles de santidad conyugal, que concluirá en mayo de 2010. El caso de esta pareja coreana es todavía casi desconocido en la Iglesia. Su ejemplo se une al de otros 103 mártires coreanos canonizados por Juan Pablo II en 1984.
Hijo mayor de una familia noble y rica, Juan (Yu Jung-Cheol) se convirtió al catolicismo junto son su familia cuando su padre, Agustín Yu, escuchó la predicación de Francisco Javier Kwon Ilsin, en la aurora de la Iglesia en Corea. Al recibir la Comunión a los 16 años, confió al sacerdote Santiago Zhou su deseo de vivir en castidad, una decisión que compartió también su futura mujer, Rugalda (Lee Sun-i), quien también estaba en contacto con el sacerdote, que celebró su matrimonio en octubre de 1798.
Ejemplo de amor verdadero
Durante la persecución de Shinyu, provocada cuando el Gobierno coreano prohibió la fe católica, Juan fue arrestado y encarcelado en Jeonju, condenado a la picota de día y de noche, hasta ser ahorcado en noviembre de 1801. Sólo tenía 22 años. Dos meses antes también su mujer fue arrestada, y después decapitada, en enero de 1802. «Hermana mía, ánimo, te consuelo, nos vemos en el Paraíso», escribió Juan a su esposa, mientras los dos se encontraban encarcelados esperando el martirio, en un trozo de sus vestidos que se arrancó cuando no le veían sus carceleros.
Esta historia de amor y martirio fue descrita por monseñor Antoine Daveluy, obispo misionero francés también martirizado y ya canonizado, como la perla más bella en la historia de los mártires de Corea. En una carta, Rugalda le dice a su marido que la llevaron presa junto al barrio en que se encontraba y reconoce: «He pensado en el Calvario de Jesús. ¿Acaso esto no es parecerse algo al Salvador? Cuando volví a ver a los soldados, me alegré como si hubiera encontrado a mis familiares… Después, en la primera audiencia ante los tribunales, he dicho que honro a Dios y que quiero morir».
Tras esa declaración, el rey concedió rápida y fácilmente la pena de muerte para la joven. Pero al notificarle la decisión del monarca, después de que ella misma la firmara, como ella cuenta en su carta, «el juez me flageló las piernas y me llevó a la prisión con un collar de hierro. Mi piel estaba lastimada y sangraba». Sólo la picota acabaría después con los suplicios.
El ejemplo de estos dos jóvenes esposos fue expuesto en Roma por monseñor You Heung Sik Lazzaro, obispo de Daejeon (Corea), quien explicó que la Iglesia en su país los está proponiendo como ejemplo en momentos en los que el amor se reduce entre muchos jóvenes a una experiencia de usar y tirar, como sucede cada vez más con los aparatos electrónicos.
El ciclo Perfiles de santidad conyugal continuará en marzo del año que viene. Las próximas sesiones mostrarán las figuras de Franz y Franziska Jaegerstaetter (26 de marzo), Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi (16 de abril), Louis Martin y Zèlie Guérin, los padres de santa Teresa de Lisieux (30 de abril) y Giovanni Gheddo y Rosetta Franzi (21 de mayo).