La Santa Sede destituye al número tres del banco del Vaticano
Abre una investigación interna ante posibles irregularidades administrativas
El pasado lunes por la tarde, Giulio Mattietti, número tres del IOR, el banco del Vaticano fue «escoltado» desde su oficina hasta la puerta de Santa Anna, por la que transitan los empleados. La sala de prensa de la Santa Sede no aclara si fue acompañado por la gendarmería vaticana, pero confirma que «su servicio cesó el 27 de noviembre».
La decisión ha sido tan rápida, que Mattietti aún figura en la web oficial del banco del Vaticano como número tres. Aunque no se conocen los motivos de la medida, algunos observadores apuntan a posibles irregularidades administrativas de las que se está valorando si tienen relevancia penal.
La noticia se ha conocido mientras el Papa está de viaje en Myanmar y Bangladés.
Giulio Mattietti era un empleado muy apreciado, que trabajaba en el IOR desde hace unos 20 años. Desde hace dos era el «Adjunto al Director General con funciones delegadas». Francisco comunicó personalmente el nombramiento durante su única visita a este banco. Y aunque el Papa aclaró que se trataba de una medida provisional, después de dos años Mattietti ejercía las funciones del vice director del banco.
Antes de trabajar en la dirección general se ocupaba del departamento de «Information Technology», del que depende la gestión de los datos de las cuentas corrientes: sabe quién opera con el IOR y qué tipo de transacciones ha realizado en los últimos años.
Por razón de su cargo, el hasta ahora número tres de la banca vaticana colaboraba con Libero Milone el ex revisor general de la Santa Sede a quien el Vaticano despidió en junio por haber encargado «a una sociedad externa actividades investigativas sobre la vida privada de personas de la Santa Sede».
El revisor general era una pieza clave en la reforma financiera de la Santa Sede, para detectar formas de corrupción y lavado de dinero. Por eso mismo, Giulio Mattieti le informaba de las operaciones que se realizaban en el IOR. El hasta ahora número tres del banco ha asegurado que interrumpió sus contactos con el revisor general en cuanto Libero Milone presentó su dimisión.
En cualquier caso, el despido prueba de nuevo que el Papa necesitará una paciencia infinita para poner orden en el IOR.
En julio de 2013 dimitieron tanto su director Paolo Cipriani, como su número dos, Massimo Tulli, días después del arresto del jefe de contabilidad de un dicasterio vaticano, Nunzio Scarano, acusado de fraude y corrupción en una investigación sobre supuestas irregularidades del banco.
Les sustituyeron provisionalmente el entonces presidente Ernst von Freyberg, y Rolando Marranci, quien meses más tarde se convirtió en nuevo director general.
En noviembre de 2015 el Papa nombró un nuevo director general, el actual, Gianfranco Mammi, que llegó a la banca en 1992 como cajero.
Durante aquel periodo el Papa Francisco llegó a plantearse si cerrar el banco vaticano, pero al final optó por mantenerlo, dotándolo de mayor transparencia, clausurando miles de cuentas de clientes que no estaban relacionados con entidades de la Iglesia, y compartiendo la información de las transacciones con la Banca de Italia para evitar que lo usaran para el blanqueo de capitales.
Según sus estatutos, «el objetivo del IOR es servir a la misión global de la Iglesia católica mediante la custodia y la administración del patrimonio de sus clientes, ofreciéndoles servicios de pago a nivel mundial».
Se trata de un banco relativamente pequeño, con un capital de 636 millones de euros, pero que maneja unos 5,7 millardos de euros de 15 mil clientes, con unos beneficios de 36 millones de euros en 2016.
Además de dotar de independencia económica a la Santa Sede, el banco permite que las órdenes religiosas, diócesis e instituciones católicas puedan administrar sus capitales con seguridad y evitando operaciones que no sean acordes con la ética cristiana.
En cualquier caso, el proceso de reforma es lento pero ya da sus frutos. En 2015 fueron denunciadas 544 operaciones sospechosas, y en 2016, 207.