La sangre de los mártires riega la Iglesia del siglo XXI
Cada año, cien mil cristianos son perseguidos por sus creencias. Estos números, documentados en un artículo, del 31 de diciembre de 2011, por el semanario The Economist, no dejan indiferente al Papa Francisco, quien, en reiteradas ocasiones, ha llamado la atención sobre este drama. El Pontífice ha recibido esta semana al Patriarca de Alejandría, Teodoro II, donde católicos y ortodoxos llevan a cabo «un ecumenismo del sufrimiento» en una situación de creciente dificultad para los cristianos
El Papa Francisco lanzó el domingo un sentido llamamiento a favor de todos esos discípulos de Jesús que, «precisamente en estos tiempos, ahora, y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia». El Papa se dirigió a ellos también para que sean fieles a su fe y, lo que es más significativo, respondan «al mal con el bien».
Su llamamiento tuvo lugar en una de las canonizaciones más grandes de la historia de la Iglesia, y la primera de su pontificado, aunque la Causa ya había sido aprobada por Benedicto XVI. Se trata de 813 habitantes de la ciudad de Otranto, en el tacón mismo de la bota de Italia, asesinados el 14 de agosto de 1840 por los turcos. Tras un duro asedio, al caer la ciudad, el comandante otomano, el bajá Gedik Ahmed, ordenó que todos los hombres supervivientes, desde los 15 años para arriba, fuesen obligados a renegar de la fe cristiana.
Antonio Primaldo, un zapatero, en nombre de todos los cristianos prisioneros, declaró que ninguno de ellos se convertiría al Islam. «Ellos consideraban a Jesucristo como Hijo de Dios y querían mil veces morir antes que renegar de Él y hacerse musulmanes», cuentan las crónicas llegadas hasta nosotros. Frente a esta respuesta, el bajá Ahmed condenó a muerte a los más de ochocientos prisioneros. Antonio y sus compañeros fueron de inmediato reconocidos mártires por la población y, cada año, la Iglesia local, el 14 de agosto, celebra devotamente su memoria. Sin embargo, sólo ahora ha concluido su proceso de canonización.
Cristianos y leones, hoy
El Papa Jorge Bergoglio, en la homilía de la Misa de canonización, aprovechó para llamar la atención sobre el gran drama que vive el cristianismo en estos momentos, ante el silencio de buena parte de los medios de comunicación. Entre quienes denuncian ese silencio, está también el periodista Fernando de Haro, que acaba de publicar el libro Cristianos y leones, en la editorial Planeta. «La persecución tiene dimensiones enormes, es una de las mayores tragedias de este comienzo de siglo XXI, que cuestiona el mundo que estamos construyendo», afirma. A su juicio, los cristianos son hoy perseguidos «allí donde se decide algo esencial, donde está en juego el futuro de Asia, la configuración de Oriente Próximo o la evolución de África y América Latina». Hoy día, los focos de persecución más graves tienen lugar en Pakistán, Irak, Egipto, Siria, China, la India y Nigeria.
Ahora bien, al Papa no le preocupa sólo la sangre de los cristianos en países donde son minoría. Hoy día la libertad religiosa está amenazada también en Europa, como él mismo pudo comprobarlo en el encuentro que mantuvo, el 10 de mayo, con el presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), el cardenal Péter Erdö. El purpurado húngaro presentó al Papa las conclusiones del Observatorio Europeo para la Discriminación y la Intolerancia Religiosa, que documentan las constantes discriminaciones que creyentes sufren a causa de su fe en aras de un laicismo intolerante.
Egipto, ecumenismo de la sangre
Otro de los puntos complicados sobre los que la actualidad ha puesto el foco es Egipto. Los cristianos de este país, unos 10 millones de personas, son en su mayoría ortodoxos, y su Patriarca, Teodoro II, visitó, la pasada semana, al Papa Francisco.
Tras la primavera árabe en Egipto, los cristianos sufren cada vez más la presión de los Hermanos Musulmanes y las formaciones islamistas aún más radicales, que no reconocen en la práctica plena ciudadanía a los no musulmanes. Uno de los últimos ejemplos de violencia tuvo lugar el 7 abril, durante el funeral de cuatro cristianos coptos asesinados por un musulmán en las afueras de El Cairo. Tras la ceremonia litúrgica, en la catedral de San Marcos, los fieles fueron asaltados por desconocidos, que lanzaron piedras y cócteles Molotov. El balance fue de un muerto y ochenta heridos.
La acogida que el Papa brindó al Patriarca de Alejandría fue sumamente cariñosa. Es el segundo encuentro de la historia de estas características. El primero tuvo lugar en 1973, cuando Pablo VI abrazó al predecesor de Teodoro, Shenouda III. También Juan Pablo II se reunió con Shenouda, aunque no en el Vaticano, sino durante su visita a El Cairo en 2000.
En las palabras que el Papa Francisco dirigió a su huésped egipcio, explicó que, entre la Iglesia católica y los coptos, existe «un ecumenismo del sufrimiento: así como la sangre de los mártires ha sido semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, el compartir el sufrimiento cotidiano puede convertirse en una herramienta eficaz de unidad.
Y esto es válido, de alguna manera, también en el contexto más amplio de la sociedad y de las relaciones entre cristianos y no cristianos: del sufrimiento común, pueden germinar, de hecho, con la ayuda de Dios, el perdón, la reconciliación y la paz».