«La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia»
«Los mártires son, como todos los cristianos, ciudadanos del cielo. Son los vencedores con Cristo del combate entre la luz y las tinieblas. Y son, como dice Jesús en el Evangelio, quienes han visto a Satanás caer del cielo como un rayo». Con este cariz, principio y fin de una vida entregada a Cristo por amor, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid, ha inaugurado la mesa redonda Entre fuerza y debilidad, los mártires cristianos de hoy y la paz, celebrada en el Círculo de Bellas Artes y encuadrada en el Encuentro Internacional Paz sin Fronteras, organizado la Comunidad de Sant’Egidio y el Arzobispado de Madrid.
El obispo auxiliar ha enumerado varios casos de mártires que han dado su vida por Cristo, «sin ningún ápice de venganza, de odio o de rencor»; porque «el brillo de Dios los envolvía». Toda cruz «es fuente de vida», ha recordado, «y el cristiano auténtico es un grano que recuerda que la paz verdadera no consiste en solucionar el problema del hombre, sino que es una gracia dada por Dios a los hombres que lo aman».
Tras detallar que «la Iglesia no le da sentido a la vida», puesto que «le da sangre», el prelado ha alentado a los presentes a «generar paz en el mundo». Los mártires cristianos de hoy, como los de siempre, «son testigos de la verdadera fortaleza, y esta fortaleza es la condición indispensable para la paz». Y ha concluido poniendo su confianza en las manos del Espíritu Santo pues, ante las persecuciones, «la Providencia nos envía a los testigos de la paz, que son los mártires».
«Perdí 33 diáconos y el objetivo de la bomba era yo…»
La mesa, presidida por Angelo Romani, sacerdote y miembro de la Comunidad de Sant’Egidio, también ha contado con la presencia de Anma Pola, obispo metropolitano de la Iglesia ortodoxa de Ucrania. Tras proyectar un vídeo con imágenes de la explosión de una bomba en una iglesia copta un Domingo de Ramos, la emoción se ha adueñado al instante de todos los presentes. «El martirio es una ganancia y no un sufrimiento», ha señalado, llamando la atención de toda una sala a rebosar, «y es el camino hacia la vida eterna». Ha mostrado su «triste» sentir «no solo por haber perdido 33 diáconos de mi pueblo, sino porque yo era el objetivo de la bomba, y yo estoy vivo…».
Al morir, ha continuado, «ganamos santos en el cielo, sabiendo que su sangre es la semilla de la Iglesia». Nosotros «vencemos el miedo y la muerte espiritual, llevando la cruz, y esto hace de nosotros personas fieles al Señor, porque aceptamos la muerte de la carne para vencer». Cambiar la tristeza por felicidad y afrontar la muerte con alegría, ha precisado, no es más que «una señal hacia la vida eterna: la meta y la paz definitiva de todos los cristianos».
«Dios no quiere el sufrimiento de su pueblo»
A su lado, el obispo luterano de Oslo (Noruega), Ole Christian Kvarme, ha aseverado que «el martirio no se busca, sino que se sufre». De esta manera, «los que eligen no renunciar a la propia fe, son víctimas de la peor expresión del mal». Y Dios «no quiere el sufrimiento de su pueblo», pues «Él ha dejado morir a su Hijo en la Cruz para protegerla del mal, y los mártires están unidos a Cristo por su sufrimiento en la cruz». Por tanto, ha destacado, «es un deber para todos nosotros seguir rezando por los perseguidos, para que Dios los libre del mal». Una propuesta revestida de misericordia, que va acompañada de «un grito de misericordia hacia los torturadores».
En la Cruz, prosiguió, «Jesús ha rezado y ha dicho “perdónalos»». Fiel a esta enseñanza, ha animado al público presente a ser «testigo vivo de Cristo resucitado». «No se gana el mal con el poder, sino con gestos de misericordia a través del Espíritu Santo; y este es el camino hacia la paz: vivir un camino de Resurrección aquí y ahora, con la esperanza que todos nosotros compartimos».
Una invitación a afrontar el desafío del martirio y del perdón. Y un reto que solo puede afrontarse con la ayuda del Señor. Con ese espíritu lo ha expuesto el obispo metropolitano de la Iglesia ortodoxa de Ucrania Nikodim. Este ha reflexionado mediante la riqueza de la tradición ortodoxa «cómo nuestra vida tiene que cambiar en Cristo», recordando que «el futuro no está claro, pero sabemos que si estamos en Cristo, todos los sufrimientos van a llegar a ser una alegría para nosotros».
La fe «ayuda a llevar a los hombres amor y alegría, y este es nuestro sacrificio». Dios, ha incidido, «siempre viene a nuestra ayuda y nunca abandona a los suyos». Esta «es nuestra realidad» y «estamos agradecidos a Dios porque nos ayuda a entender con claridad lo que significa ser cristianos auténticos». Una propuesta que, desde la fe y en determinadas ocasiones, no es fácil de comprender; pero «la verdadera fuerza del cristianismos se experimenta cuando la iglesia sufre persecuciones», ha concluido.
El misterio de transformar el dolor en alegría
Finalmente, Brian Stiller, embajador de la Alianza Evangélica Mundial (asociación que representa a unos 600 millones de protestantes evangélicos), ha mostrado su «profunda emoción» tras haber escuchado, en la voz de Anma Pola, «una de las presentaciones más extraordinarias que nunca había escuchado en toda mi vida». Hoy, ha confesado, «hemos visto el martirio no como una idea o una consecuencia, sino como una realidad», y, ante esto, «solo puedo decir “amén”». Nuestros hermanos perseguidos «han de saber que estamos a su lado y que estamos haciendo todo lo posible por ellos y por sus familias». Una «obligación evangélica», ha insistido, la de «ayudarlos» y también la de «ser la contracultura hacia la tendencia actuar de protegerse, y hacerlo sirviendo».
Tras hacer presente el testimonio de san Pablo, perpetuando que «el mensaje de la cruz es locura, pero para nosotros –que nos ha salvado– es el poder de Dios», Stiller ha exhortado a reflexionar sobre el significado de la Cruz, ya que «hemos de aceptar la vida como consecuencia de que quien sigue a Dios con fe y hay que volver al Evangelio». Y poniéndose en la piel de quien sufre, ha propuesto una cuestión: «Hoy, uno de esos mártires nos diría que escuchemos a Jesús, y Jesús nos diría “Amad a Dios y amad al prójimo”». Por tanto, «hacedlo, con el testimonio fiel de amor a Dios y al prójimo» y «que Dios nos bendiga con el dolor de las lágrimas para que podamos transformar el dolor de los que sufren en alegría».
Mirar las historias de los mártires es descubrir que el Señor nunca abandonó a su Iglesia. Al contrario, merced a testimonios como estos, somos testigos de que solo los mártires son capaces de responder al odio con amor.
El programa completo se puede consultar en la página web del Encuentro Internacional Paz sin Fronteras.